AL LECTOR:

Narraciones de hechos y acontecimientos recordados por el autor; otras recogidas de la tradición oral y escrita.

martes, 22 de julio de 2014

Glosa a "EL ORIENTE DE ASTURIAS"




El "Orienté  de Asturias", semanario llanisco <Decano de la Prensa de Asturias>, cierra provisionalmente su edición.

El cierre del semanario que llegaba puntualmente a las casas con el correo de los viernes es noticia que circula en las tertulias de los pueblos. No sin razón, pues sus páginas eran como una ventana abierta desde la que se percibía el acontecer en otras localidades del municipio propio y de los contiguos a Llanes, pues por ello su nombre lo dice así.

LA HISTORIA:
Desde los albores del periodismo en Asturias, es “El Oriente de Asturias” el decano de la prensa y ese título ya nadie se lo puede quitar, aunque ahora estemos hablando de su cierre, pues nació el 21 de marzo, del año 1868.
Los avatares que sufrió tras su nacimiento fueron diversos y a la par surgieron otras prensas llaniscas que, aunque de menor duración en el tiempo de vida que tuvieron, no por ello se deban considerar de menor importancia, pues forman parte de la historia de Llanes: “El Hijo de Llanes”, 1869; “El Fomento de Llanes”, 1870; “El Correo de Llanes”, 1893; “La Ley de Dios”, 1894; “Aceite para el candil”, al poco tiempo; “El Porvenir de Llanes”, en los albores del S. XX; “El Pueblo”, “Los Jueves”, “El Eco de Socampo” en el Valle San Jorge, “El Popular”, editado por unos esforzados jóvenes y que tuvo corta vida y “El Carrocedo” editado en el pintoresco barrio de Cimadevilla.
Como notas curiosas, en 1894 salían en Llanes “El Oriente de Asturias”, “La Ley de Dios” y “El Correo de Llanes” . Hacia 1906 juntamente con “El Oriente” se imprimían también en la villa, “El Pueblo” y “Los Jueves”.
El Oriente de Asturias ve laz luz un 21 de marzo de 1868, fundado y dirigido por Cástor Ladreda, un ovetense que llegó con su imprenta a Llanes.

(1)“La aparición del que, con el correr del tiempo, habría de ser el decano de la prensa asturiana fue acogida con general beneplácito y entusiasmo grande. Sin embargo, la idea iba más allá de lo que el ambiente podía sostener. Pasada la euforia de los primeros meses, languidecía la publicación por falta de vida. Y como las ideas no suelen nacer unidas al dinero, El Oriente sufrió al año siguiente las consecuencias de la «anemia» de su caja y cambió de propietario. Parecía éste más experto, pero la inyección de nuevas energías no fue duradera.
Vino otro pequeño lapso, hasta que, al fin, en 1885, cual Ave Fénix, resurge El Oriente, ya pujante y en constante progreso. Su lema era entonces «Revista semanal de Intereses Morales, Materiales, Noticias y Anuncios». Fue el autor de este resurgimiento Manuel Toledo y Benito, telegrafista de la villa, hombre culto y romántico que reunió en torno suyo a un grupo de entusiastas y valiosos colaboradores.
Surgió una época difícil en la política local, que coincidió con otra no menos azarosa en España. El Oriente no podía permanecer neutral y un grupo de jóvenes desgajados de su redacción fundó otro semanario. Las circunstancias, pues, obligaron a “El Oriente” a tomar la defensa de uno de aquellos bandos y si bien esta época fue la de mayores sinsabores, encierra, sin duda, uno de los momentos más brillantes de su vida, y coincide con la época de mayor esplendor de la región. Fue su cerebro Manuel Garrido, prestigioso abogado en toda la zona oriental de la provincia.
Pepín de Pría y Ángel de la Moría, éste desde México, alternaron con Manuel Garrido, dando al bable sus mejores días. Asumía entonces la dirección Ángel de Vega, de la que se había hecho cargo en 1892.
Sucedió otra época, si no tan brillante literariamente, de vida más asegurada, en la que el periódico, cuyos gerentes supieron sortear con cautela los escollos que la política ponía a su paso, salió airoso, viendo desaparecer a otros periódicos que en la batalla tuvieron la vida y en ella la perdieron. Lo dirigía entonces Felipe Fernández Vega.
En 1914 se hace cargo del periódico, como director-propietario, Manuel Tamés, quien supo darle un carácter a tono con sus ideas, que consolidaron las de El Oriente, aunque variara su formato en diversas ocasiones. Fue entonces cuando el semanario fomentó la información gráfica, llegando incluso a repartir entre sus suscriptores porfolios con bellas vistas de la región.
El 9 de octubre de 1920, y después de ser durante algún tiempo redactor-jefe, se hace cargo de la dirección y administración el joven periodista madrileño Antonio Maya Pérez.
El Oriente recogía la noticia en estos términos: «Nuevo Director. Tenemos el gusto de participar a nuestros lectores que, con esta fecha, se ha encargado de la dirección de este periódico nuestro compañero don Antonio Maya Pérez, el cual toma parte, además, en la Administración del mismo, limitándose el antiguo director a desempeñar el cargo que más le agrada, que es el de redactor-ciclista». Meses antes daba cuenta de su incorporación a la plantilla de redactores y colaboradores: «Nuestro cordial saludo a un nuevo compañero de "glorias y fatigas", más de éstas que de aquéllas. No se trata precisamente de un recién llegado, sino de quien, residiendo en Llanes, se ha "internado en esta casa", ha estrechado sus relaciones con los que aquí trabajamos... y se ha conquistado nuestro afecto por su despejada inteligencia, su rectitud de juicio y de conducta, sus ideales nobles, sus persistentes propósitos y práctica, en orden a la acción social periodística dentro de nuestro Concejo.
Muy joven todavía, pero ya curtido en las luchas por la buena causa, es un campeón denodado, con aptitudes para ocupar un puesto de honor en vanguardia. Queremos decir, sin más preámbulos, que don Antonio Maya Pérez, culto profesor, periodista y poeta, ha ingresado en la Redacción de El Oriente de Asturias, noticia que muy complacidos comunicamos a nuestros lectores».
Antonio Maya hizo verdaderas proezas en esos años para eludir las dificultades en la publicación. Y, caso insólito en la historia del periodismo español, llegó a dirigir su periódico a 10.0000 km de distancia. Aclaremos: en 1949, por causas que no vienen al caso comentar, tuvo que editarse en México. Se continuaba, así, haciendo un periodismo local, sí, pero con proyección universal. Esta tarea fue reconocida posteriormente con un premio especial otorgado por la Dirección General de Prensa.
En diciembre de 1960 y por enfermedad de mi padre, asumo la dirección del periódico, contando, desde entonces, con valiosos colaboradores y corresponsales que hacen que esta tarea sea alentada ya con sus consejos, ya con su quehacer directo en el periódico.
El Oriente de Asturias” no somos nosotros, los que en la actualidad lo hacemos, ni tampoco quienes nos precedieron en esta grata labor; este semanario ha llegado a tanta longevidad por haber sido en todo momento como el roble de la región, pletórico, como ella, de la savia astur, al ser recopilación de la simpatía y del afecto de cuantos en él sintieron y sienten las aspiraciones de la región. Esta publicación, que me honro dirigir, se muestra joven y entusiasta, sin sentir el cansino desaliento que sería de esperar de su natural vejez real. Estos anhelos son impersonales, no nos pertenecen a nosotros, los que trabajamos para hacer sus páginas semanalmente, sino que corresponden a un sinnúmero de personas que corren con el tiempo desde la lejanía hasta hoy, alentándonos con su consejo, con sus frases afectuosas, con su material apoyo, aparte del que no tiene precio: ese del espíritu.
El Oriente sigue tejiendo su existencia con filamentos de hechos sencillos, pero vitales: filamentos sutiles, pero recios. Se nutre de esencias sanas de estos campos para mostrar con ufanía cuanto ocurre en la campera y en el valle o en la cumbre y en la ribera del mar. Que eso es hacer historia a despecho del tiempo y del espacio, remozando lo viejo y dándole gracia a las páginas venerables de esta vetusta publicación asturiana.
De sus ciento treinta años de existencia nada menos que cuarenta y tres han estado regidos por la batuta maestra de Antonio Maya. Extraordinaria fue su labor. Siempre abrió la brecha de los acontecimientos más laudables. Difícil será poner un ejemplo de cualquier materia de interés en que no haya tenido parte gestante aquel hombre que era todo actividad para la formación de noticias. El modo de hacer y pergeñar, un poco a la antigua y un poco al alimón con quienes estábamos identificados con él, era lo más loable de este periodista, a quien José del Río Sainz, el gran poeta y escritor cántabro, dedicó estas frases con motivo de su fallecimiento: «Los periodistas que hacen estos periódicos son verdaderos maestros del periodismo a los que no se ha hecho todavía la debida justicia. En esos periódicos, más que en los grandes rotativos de Londres, París o Nueva York, que también leemos pero con mucha menos emoción, encontramos la vida auténtica del pueblo que trabaja y sufre o que goza con reacciones humanas... En fin, todo lo que el hombre de las ciudades considera minúsculo pero que, sin lugar a dudas, constituye el entramado de la nación [...]».
(1) Autor del texto: D. Manuel Maya Conde, actual director.


A una semana del anunciado cierre de la publicación en versión digital, la clásica de papel fue editada por última vez el 27 de junio del presente año, la culpa puede atribuirse sin ninguna duda a la crisis económica, y no tanto a la pujanza de las modernas formas de periodismo, aunque en cierto modo también tengan parte de culpa.
Como dice su director,[...] "los filamentos de que se surte el semanario son los hechos sencillos, pero vitales"[...] para las aldeas y de las villas que conforman la geografía de la zona del Oriente de Asturias así como al resto de España. En él narraban los Corresponsales la vida de las aldeas y con esa misma frescura embarcaba por tierra, cielo y mar a mitigar la nostalgia de los que allí habían emigrado.
Mis más antiguos recuerdos del semanario, parten de los inicios de mi aprendizaje de la lectura, en torno a los seis años, con la ayuda de mi abuelo Marcos Noriega González con quien hice los primeros pinitos con los grandes titulares de “El Papel” como se le conocía con familiaridad.
No era un bien asequible para todos, no por que su coste fuera excesivo, sino por las bajas condiciones económicas generalizadas; de todos los modos, los ejemplares que llegaban al pueblo recorrían las casas, hasta ser leído por todos.
Los Corresponsales de cada pueblo, contaban en su sección los sucesos más relevantes ocurridos en la semana precedente. Aportaban sus crónicas en los variados subgéneros periodísticos: noticias, artículos de opinión, columnas, crónicas, reportajes, y entrevistas, pero también aportaciones en los demás géneros literarios.
Mediada la década de los setenta, me animé a entregar mi primera colaboración en la mesa de su director, Manuel Maya Conde que la tenía a la entrada misma del local, junto a la puerta. Desde este puesto privilegiado, Lolo, como así le conocemos con respeto y familiarmente en Llanes, a la vez que corregía las entregas que le iban llegando de los distintos pueblos, atendía a los clientes y demás gentes que entraban por saludarle.
Los martes, día de mercáu en Llanes, me imagino que sería el día más movido para Lolo, pues los corresponsales y colaboradores de los lugares más alejados, bien en persona o a través de alguien que viniese en “Línea Mento” a la Villa, le hacían la entrega de los escritos. Cuando le llevaba los míos, siempre charlaba con él del contenido del mismo y de los proyectos que tenía él, pues siempre le recuerdo, en su rincón tras la puerta de entrada, recopilando escritos para un nuevo libro. Desde aquel estratégico reducto, controlaba además el paso a la sala de impresión de la que llegaban los sonidos característicos de la vieja prensa cuando tragaba el papel. Desde aquel puesto, se comunicaba a viva voz con Uca, grata persona que ya me reconocía por la voz y me saludaba sin moverse de su mesa en el altillo y me animaba a seguir escribiendo. El Oriente, Lolo y Uca son los tres pilares que mantuvieron el trasiego de noticias, colaboraciones y corresponsalías entre la Villa y sus aldeas con el resto de villas y capitales de provincia de toda España, además de las principales europeas donde se asentaron con la emigración de los años sesenta, tantas y tantas familias de todo el concejo, además de las Américas. Lolo fue el responsable de una pródiga colección de obras editadas con el sello de El Oriente de Asturias, con el título genérico de “Temas, Llanes” y otra no menos importante, gráfica, “La foto y su historia”, sacada de su extensa hemeroteca y archivo gráfico, donde se hace entrega al lector de las imágenes más insospechadas de sus gentes, lugares y acontecimientos.
Las primeras colaboraciones mías fueron desde Panes, donde inicié mi actividad docente como profesor de EGB, así se nos decía a los maestros de mi promoción en septiembre de 1973, los dos primeros cursos en la Escuela Graduada y posteriormente en el recién nacido C. P. Jovellanos, durante un total de once cursos, fueron los propios trabajos de mis alumnos de la Segunda Etapa de la EGB.
Recuerdo varios nombres de mi alumnado a los que les encantaba escribir ya en verso, ya en prosa, dentro de la clase de Lengua y Literatura que yo les impartía y que no cito por no omitir alguno. La verdad, a mi humilde juicio, que lo hacían muy bien.
Por no ser menos que ellos y también por animarles, escribí la primera colaboración, una leyenda que se me ocurrió una tarde en que yendo a Panes, desde Buelles al Mazu, observé cómo una nube cubría la Pica Peñamellera. Había oído hablar de la leyenda que dice de una bolera con bolas de oro que fueron arrojadas a una profunda torca a la llegada de las tropas moriscas en la cercanía de aquella emblemática torre caliza. Era una repetición casi exacta de otra que corre por los pueblos de Llanes, cercanos al Picu Castiellu, donde se añade también lo de la Cueva de la Mora en la que habitaba una mujer y bajaba a cuidar de los niños que lloraban mientras sus madres estaban trabajando en el campo o lavando en el río.
En “Los dioses de Peñamellerra” entrego con toda ilusión el fondo de una leyenda, casi desnuda de contenido, salvo lo de las bolas de oro, vestida con otros datos leídos por mí, jugando además con los posibles orígenes del topónimo 'Peñamellera' evolucionado de 'Peña mielera' o quizás de 'Peña Mierera' por el vecino pueblo de Mier, del otro lado de la Pica.

Posteriormente se me ocurrió crear un espacio, con el ánimo que me dio Lolo, al que llamé “Paisanaje” donde comencé a narrar la vida de peñamelleranos célebres, pero sencillos, cercanos a la gente puesto que, para los mejor tratados por la vida, ya tenían cronistas suficientes:

José Martínez Torre, “Pequeño”, de Besnes, fue del primero que narré con motivo de su santo en “José, obrero y carpintero”. Tenía otros vecinos, de La Milera: Ángel, “Mozu”, “Quinto” y “El Cubano”, y del resto de barrios a Primitivo, “Tivo,” el herrero, los carpinteros y ebanistas, los madreñeros, padres del cronista Cecilio Testón; El "Paseante” de Abándames, Félix, “El Raru”, curandero y naturista quien me enseñó muchas plantas medicinales en Siejo, “El Chino”, de Alevia, quien me pasaba “La Bohemia” que le mandaban desde La Habana y muchos otros personajes de quienes se me perdieron sus nombres, junto con los escritos que tenía preparados para entregar.

Desde mi segundo destino, esta vez, la Escuela de Pendueles, donde estuve quince cursos y los diez que siguieron con mi voluntario traslado a la Escuela de Vidiago, me publicaron cuanto tuve a bien mandarles tanto propio, como de las aulas y lo referido al Colegio Rural Agrupado II desde el que se coordinaban las trece Aulas Rurales existentes en un principio de su formación en los pueblos de La Borbolla, Pendueles, Vidiago, Purón, San Roque, Andrín, Cué, Parres y Póo. Siempre estuvieron para mí sus puertas abiertas. Con esto quiero expresar públicamente mi agradecimiento al resto de colaboradores, corresponsales, a los trabajadores de la sala de impresión que la hicieron posible, a su Director, Lolo, a su colaborador en la dirección, sus sobrinos Pacoché y Ana María López Maya y también a Uca, cuyos dedos debieron de pulsar millones de teclas, segundo a segundo, desde cuando se hizo cargo de la mecanografía y corrección de las colaboraciones que llegaban a la Redacción.

No le estoy poniendo ningún cierre, porque El Oriente, como traté de resumir al principio, tiene tras sí una larga historia, plena de vicisitudes peores que ésta que le aqueja, para la que surgirá alguna solución; estoy plenamente convencido y como se dice, tiempo al tiempo.