Así se llamaban a los que venían por los pueblos a comprar ropa vieja. En aquel tiempo sólo existían tejidos naturales de lana, algodón o lino, principalmente. Todo servía para el "ropavejero", sobre todo, si se trataba de las mantas viejas de algodón, que era las que venían buscando. Con ellas también se llevaban la ropa vieja que conseguían gratis, por el solo hecho de quitarla de casa. En aquel momento comenzaba a aparecer en el mercado la fibra sintética, por lo que mucha gente cambiaba como los topos "los ojos por el rabo", creyendo que hacía negocio, a pesar de tener que poner encima del trato los pocos dineros de que disponía. Pronto se tendió a cambiar el viejo colchón de lana por el moderno, primero porque el de lana daba mucho trabajo ya que todos los años había que descoserlo, poner su lana a solear, airear y varearla para deshacer las pellas que ya estaban molestando en la espalda; eran incómodos y ciertamente nada higiénicos. Los ropavejeros ya se habían modernizado: llegaban en "DKV" y traían con ellos uno o dos modelos de colchones modernos que cambiaban por el de lana, pero también cerraban el trato cobrando el nuevo colchón de forma que el viejo les salía regalado. Existían también, generalmente mujeres a las que se les llamaba "lienceras" que traían en la cabeza un fardo de lona repleto de retales de lienzos, y todo tipo de prendas de vestir e interior y que se anunciaba a voces por el pueblo las ofertas de mercado, y llamaban de puerta en puerta. Si se las atendía desabrochaban los cinturones de cuero que sujetaban la lona y mostraban al barrio toda la mercancía.
Las recuerdo con largas faldas de gruesa tela y botines negros de cuero y hablando con acento gallego, por lo que es fácil deducir de dónde procedían.
Ropavejeros, lienceras, afiladores, paragüeros, capadores, madreñeros, caldereros, maconeros, herradores, junto con los que compraban crines de caballo, tratantes de ganados, mieleros, fotógrafos que hacían ampliaciones y retoques en las fotos que teníamos, pescaderas y puede que alguna actividad más que ahora
no recuerdo, se dejaban caer por el pueblo y siempre eran la atracción de los niños y de los perros quienes les ladraban asustados por las voces del pregón.
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