El "Orienté de Asturias", semanario llanisco <Decano de la Prensa de Asturias>, cierra provisionalmente su edición.
El cierre del semanario que
llegaba puntualmente a las casas con el correo de los viernes es
noticia que circula en las tertulias de los pueblos. No sin razón,
pues sus páginas eran como una ventana abierta desde la que se
percibía el acontecer en otras localidades del municipio propio y de
los contiguos a Llanes, pues por ello su nombre lo dice así.
LA HISTORIA:
Desde los albores del periodismo en Asturias, es “El Oriente de Asturias” el decano de la prensa y ese título ya nadie se lo puede quitar, aunque ahora estemos hablando de su cierre, pues nació el 21 de marzo, del año 1868.
Los avatares que sufrió tras su
nacimiento fueron diversos y a la par surgieron otras prensas
llaniscas que, aunque de menor duración en el tiempo de vida que
tuvieron, no por ello se deban considerar de menor importancia, pues
forman parte de la historia de Llanes: “El Hijo de Llanes”, 1869;
“El Fomento de Llanes”, 1870; “El Correo de Llanes”, 1893;
“La Ley de Dios”, 1894; “Aceite para el candil”, al poco
tiempo; “El Porvenir de Llanes”, en los albores del S. XX; “El
Pueblo”, “Los Jueves”, “El Eco de Socampo” en el Valle San
Jorge, “El Popular”, editado por unos esforzados jóvenes y que
tuvo corta vida y “El Carrocedo” editado en el pintoresco barrio
de Cimadevilla.
Como notas curiosas, en 1894
salían en Llanes “El Oriente de Asturias”, “La Ley de Dios”
y “El Correo de Llanes” . Hacia 1906 juntamente con “El
Oriente” se imprimían también en la villa, “El Pueblo” y “Los
Jueves”.
El Oriente de Asturias ve laz luz
un 21 de marzo de 1868, fundado y dirigido por Cástor Ladreda, un
ovetense que llegó con su imprenta a Llanes.
(1)“La aparición del que, con
el correr del tiempo, habría de ser el decano de la prensa asturiana
fue acogida con general beneplácito y entusiasmo grande. Sin
embargo, la idea iba más allá de lo que el ambiente podía
sostener. Pasada la euforia de los primeros meses, languidecía la
publicación por falta de vida. Y como las ideas no suelen nacer
unidas al dinero, El Oriente sufrió al año siguiente las
consecuencias de la «anemia» de su caja y cambió de propietario.
Parecía éste más experto, pero la inyección de nuevas
energías no fue duradera.
Vino otro pequeño lapso, hasta
que, al fin, en 1885, cual Ave Fénix, resurge El Oriente, ya pujante
y en constante progreso. Su lema era entonces «Revista semanal de
Intereses Morales, Materiales, Noticias y Anuncios». Fue el autor de
este resurgimiento Manuel Toledo y Benito, telegrafista de la villa,
hombre culto y romántico que reunió en torno suyo a un grupo de
entusiastas y valiosos colaboradores.
Surgió una época difícil en la
política local, que coincidió con otra no menos azarosa en España.
El Oriente no podía permanecer neutral y un grupo de jóvenes
desgajados de su redacción fundó otro semanario. Las
circunstancias, pues, obligaron a “El Oriente” a tomar la defensa
de uno de aquellos bandos y si bien esta época fue la de mayores
sinsabores, encierra, sin duda, uno de los momentos más brillantes
de su vida, y coincide con la época de mayor esplendor de la región.
Fue su cerebro Manuel Garrido, prestigioso
abogado en toda la zona oriental de la provincia.
Pepín de Pría y Ángel de la
Moría, éste desde México, alternaron con Manuel Garrido, dando al
bable sus mejores días. Asumía entonces la dirección Ángel de
Vega, de la que se había hecho cargo en 1892.
Sucedió otra época, si no tan
brillante literariamente, de vida más asegurada, en la que el
periódico, cuyos gerentes supieron sortear con cautela los escollos
que la política ponía a su paso, salió airoso, viendo desaparecer
a otros periódicos que en la batalla tuvieron la vida y en ella la
perdieron. Lo dirigía entonces Felipe Fernández Vega.
En 1914 se hace cargo del
periódico, como director-propietario, Manuel Tamés, quien supo
darle un carácter a tono con sus ideas, que consolidaron las de El
Oriente, aunque variara su formato en diversas ocasiones. Fue
entonces cuando el semanario fomentó la información gráfica,
llegando incluso a repartir entre sus suscriptores porfolios con
bellas vistas de la región.
El 9 de octubre de 1920, y
después de ser durante algún tiempo redactor-jefe, se hace cargo de
la dirección y administración el joven periodista madrileño
Antonio Maya Pérez.
El Oriente recogía la noticia en
estos términos: «Nuevo Director. Tenemos el gusto de participar a
nuestros lectores que, con esta fecha, se ha encargado de la
dirección de este periódico nuestro compañero don Antonio Maya
Pérez, el cual toma parte, además, en la Administración del mismo,
limitándose el antiguo director a desempeñar el cargo que más le
agrada, que es el de redactor-ciclista». Meses antes daba cuenta de
su incorporación a la plantilla de redactores y colaboradores:
«Nuestro cordial saludo a un nuevo compañero de "glorias y
fatigas", más de éstas que de aquéllas. No se trata
precisamente de un recién llegado, sino de quien, residiendo en
Llanes, se ha "internado en esta casa", ha estrechado sus
relaciones con los que aquí trabajamos... y se ha conquistado
nuestro afecto por su despejada inteligencia, su rectitud de juicio y
de conducta, sus ideales nobles, sus persistentes propósitos y
práctica, en orden a la acción social periodística dentro de
nuestro Concejo.
Muy joven todavía, pero ya
curtido en las luchas por la buena causa, es un campeón denodado,
con aptitudes para ocupar un puesto de honor en vanguardia. Queremos
decir, sin más preámbulos, que don Antonio Maya Pérez, culto
profesor, periodista y poeta, ha ingresado en la Redacción de El
Oriente de Asturias, noticia que muy complacidos comunicamos a
nuestros lectores».
Antonio Maya hizo verdaderas
proezas en esos años para eludir las dificultades en la publicación.
Y, caso insólito en la historia del periodismo español, llegó a
dirigir su periódico a 10.0000 km de distancia. Aclaremos: en 1949,
por causas que no vienen al caso comentar, tuvo que editarse en
México. Se continuaba, así, haciendo un periodismo local, sí, pero
con proyección universal. Esta tarea fue reconocida posteriormente
con un premio especial otorgado por la Dirección General de Prensa.
En diciembre de 1960 y por
enfermedad de mi padre, asumo la dirección del periódico, contando,
desde entonces, con valiosos colaboradores y corresponsales que hacen
que esta tarea sea alentada ya con sus consejos, ya con su quehacer
directo en el periódico.
“El Oriente de Asturias” no
somos nosotros, los que en la actualidad lo hacemos, ni tampoco
quienes nos precedieron en esta grata labor; este semanario ha
llegado a tanta longevidad por haber sido en todo momento como el
roble de la región, pletórico, como ella, de la savia astur, al ser
recopilación de la simpatía y del afecto de cuantos en él
sintieron y sienten las aspiraciones de la región. Esta publicación,
que me honro dirigir, se muestra joven y entusiasta, sin sentir el
cansino desaliento que sería de esperar
de su natural vejez real. Estos anhelos son impersonales, no nos
pertenecen a nosotros, los que trabajamos para hacer sus páginas
semanalmente, sino que corresponden a un sinnúmero de personas que
corren con el tiempo desde la lejanía hasta hoy, alentándonos con
su consejo, con sus frases afectuosas, con su material apoyo, aparte
del que no tiene precio: ese del espíritu.
El Oriente sigue tejiendo su
existencia con filamentos de hechos sencillos, pero vitales:
filamentos sutiles, pero recios. Se nutre de esencias sanas de estos
campos para mostrar con ufanía cuanto ocurre en la campera y en el
valle o en la cumbre y en la ribera del mar. Que eso es hacer
historia a despecho del tiempo y del espacio, remozando lo viejo y
dándole gracia a las páginas venerables de esta vetusta publicación
asturiana.
De sus ciento treinta años de
existencia nada menos que cuarenta y tres han estado regidos por la
batuta maestra de Antonio Maya. Extraordinaria fue su labor. Siempre
abrió la brecha de los acontecimientos más laudables. Difícil será
poner un ejemplo de cualquier materia de interés en que no haya
tenido parte gestante aquel hombre que era todo actividad para la
formación de noticias. El modo de hacer y pergeñar, un poco a la
antigua y un poco al alimón con quienes estábamos identificados con
él, era lo más loable de este periodista, a quien José del Río
Sainz, el gran poeta y escritor cántabro, dedicó estas frases con
motivo de su fallecimiento: «Los periodistas que hacen estos
periódicos son verdaderos maestros del periodismo a los que no se ha
hecho todavía la debida justicia. En esos periódicos, más que en
los grandes rotativos de Londres, París o Nueva York, que también leemos pero con mucha
menos emoción, encontramos la vida auténtica del pueblo que trabaja
y sufre o que goza con reacciones humanas... En fin, todo lo que el
hombre de las ciudades considera minúsculo pero que, sin lugar a
dudas, constituye el entramado de la nación [...]».
(1) Autor del texto: D. Manuel
Maya Conde, actual director.
A una semana del anunciado cierre
de la publicación en versión digital, la clásica de papel fue
editada por última vez el 27 de junio del presente año, la culpa
puede atribuirse sin ninguna duda a la crisis económica, y no tanto
a la pujanza de las modernas formas de periodismo, aunque en cierto
modo también tengan parte de culpa.
Como dice su director,[...] "los
filamentos de que se surte el semanario son los hechos sencillos,
pero vitales"[...] para las aldeas y de las villas que conforman
la geografía de la zona del Oriente de Asturias así como al resto
de España. En él narraban los Corresponsales la vida de las aldeas
y con esa misma frescura embarcaba por tierra, cielo y mar a mitigar
la nostalgia de los que allí habían emigrado.
Mis más antiguos recuerdos del
semanario, parten de los inicios de mi aprendizaje de la lectura, en
torno a los seis años, con la ayuda de mi abuelo Marcos Noriega
González con quien hice los primeros pinitos con los grandes
titulares de “El Papel” como se le conocía con familiaridad.
No era un bien asequible para
todos, no por que su coste fuera excesivo, sino por las bajas
condiciones económicas generalizadas; de todos los modos, los ejemplares
que llegaban al pueblo recorrían las casas, hasta ser leído por
todos.
Los Corresponsales de cada
pueblo, contaban en su sección los sucesos más relevantes ocurridos
en la semana precedente. Aportaban sus crónicas en los variados
subgéneros periodísticos: noticias, artículos de opinión,
columnas, crónicas, reportajes, y entrevistas, pero también
aportaciones en los demás géneros literarios.
Mediada la década de los
setenta, me animé a entregar mi primera colaboración en la mesa de
su director, Manuel Maya Conde que la tenía a la entrada misma del
local, junto a la puerta. Desde este puesto privilegiado, Lolo, como
así le conocemos con respeto y familiarmente en Llanes, a la vez que
corregía las entregas que le iban llegando de los distintos pueblos,
atendía a los clientes y demás gentes que entraban por saludarle.
Los martes, día de mercáu en
Llanes, me imagino que sería el día más movido para Lolo, pues los
corresponsales y colaboradores de los lugares más alejados, bien en
persona o a través de alguien que viniese en “Línea Mento” a la
Villa, le hacían la entrega de los escritos. Cuando le llevaba los
míos, siempre charlaba con él del contenido del mismo y de los
proyectos que tenía él, pues siempre le recuerdo, en su rincón
tras la puerta de entrada, recopilando escritos para un nuevo libro.
Desde aquel estratégico reducto,
controlaba además el paso a la sala de impresión de la que llegaban
los sonidos característicos de la vieja prensa cuando tragaba el
papel. Desde aquel puesto, se comunicaba a viva voz con Uca, grata
persona que ya me reconocía por la voz y me saludaba sin moverse de
su mesa en el altillo y me animaba a seguir escribiendo. El Oriente,
Lolo y Uca son los tres pilares que mantuvieron el trasiego de
noticias, colaboraciones y corresponsalías entre la Villa y sus
aldeas con el resto de villas y capitales de provincia de toda
España, además de las principales europeas donde se asentaron con
la emigración de los años sesenta, tantas y tantas familias de todo
el concejo, además de las Américas. Lolo fue el responsable de una
pródiga colección de obras editadas con el sello de El Oriente de
Asturias, con el título genérico de “Temas, Llanes” y otra no
menos importante, gráfica, “La foto y su historia”, sacada de su
extensa hemeroteca y archivo gráfico, donde se hace entrega al
lector de las imágenes más insospechadas de sus gentes, lugares y
acontecimientos.
Las primeras colaboraciones mías fueron desde Panes, donde inicié mi actividad docente como profesor de EGB,
así se nos decía a los maestros de mi promoción en septiembre de
1973, los dos primeros cursos en la Escuela Graduada y posteriormente
en el recién nacido C. P. Jovellanos, durante un total de once
cursos, fueron los propios trabajos de mis alumnos de la Segunda
Etapa de la EGB.
Recuerdo varios nombres de mi
alumnado a los que les encantaba escribir ya en verso, ya en prosa,
dentro de la clase de Lengua y Literatura que yo les impartía y que
no cito por no omitir alguno. La verdad, a mi humilde juicio, que lo
hacían muy bien.
Por no ser menos que ellos y
también por animarles, escribí la primera colaboración, una
leyenda que se me ocurrió una tarde en que yendo a Panes, desde
Buelles al Mazu, observé cómo una nube cubría la Pica Peñamellera.
Había oído hablar de la leyenda que dice de una bolera con bolas de
oro que fueron arrojadas a una profunda torca a la llegada de las
tropas moriscas en la cercanía de aquella emblemática torre caliza.
Era una repetición casi exacta de otra que corre por los pueblos de
Llanes, cercanos al Picu Castiellu, donde se añade también lo de la
Cueva de la Mora en la que habitaba una mujer y bajaba a cuidar de los niños que
lloraban mientras sus madres estaban trabajando en el campo o lavando
en el río.
En “Los dioses de Peñamellerra”
entrego con toda ilusión el fondo de una leyenda, casi desnuda de
contenido, salvo lo de las bolas de oro, vestida con otros datos
leídos por mí, jugando además con los posibles orígenes del
topónimo 'Peñamellera' evolucionado de 'Peña mielera' o quizás de
'Peña Mierera' por el vecino pueblo de Mier, del otro lado de la
Pica.
Posteriormente se me ocurrió
crear un espacio, con el ánimo que me dio Lolo, al que llamé
“Paisanaje” donde comencé a narrar la vida de peñamelleranos
célebres, pero sencillos, cercanos a la gente puesto que, para los mejor
tratados por la vida, ya tenían cronistas suficientes:
José Martínez
Torre, “Pequeño”, de Besnes, fue del primero que narré con motivo
de su santo en “José, obrero y carpintero”. Tenía otros
vecinos, de La Milera: Ángel, “Mozu”, “Quinto” y “El
Cubano”, y del resto de barrios a Primitivo, “Tivo,” el
herrero, los carpinteros y ebanistas, los madreñeros, padres del
cronista Cecilio Testón; El "Paseante” de Abándames, Félix, “El Raru”,
curandero y naturista quien me enseñó muchas plantas medicinales en
Siejo, “El Chino”, de Alevia, quien me pasaba “La Bohemia”
que le mandaban desde La Habana y muchos otros personajes de quienes
se me perdieron sus nombres, junto con los escritos que tenía
preparados para entregar.
Desde mi segundo destino, esta
vez, la Escuela de Pendueles, donde estuve quince cursos y los diez
que siguieron con mi voluntario traslado a la Escuela de Vidiago, me
publicaron cuanto tuve a bien mandarles tanto propio, como de las
aulas y lo referido al Colegio Rural Agrupado II desde el que se
coordinaban las trece Aulas Rurales existentes en un principio de su
formación en los pueblos de La Borbolla, Pendueles, Vidiago, Purón,
San Roque, Andrín, Cué, Parres y Póo. Siempre estuvieron para mí
sus puertas abiertas. Con esto quiero expresar públicamente mi
agradecimiento al resto de colaboradores, corresponsales, a
los trabajadores de la sala de impresión que la hicieron posible, a
su Director, Lolo, a su colaborador en la dirección, sus sobrinos
Pacoché y Ana María López Maya y también a Uca, cuyos dedos
debieron de pulsar millones de teclas, segundo a segundo, desde
cuando se hizo cargo de la mecanografía y corrección de las
colaboraciones que llegaban a la Redacción.
No le estoy poniendo ningún
cierre, porque El Oriente, como traté de resumir al principio, tiene
tras sí una larga historia, plena de vicisitudes peores que ésta
que le aqueja, para la que surgirá alguna solución; estoy
plenamente convencido y como se dice, tiempo al tiempo.
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