Muy abundantes en toda la cornisa llanisca, destacan los "Bufones de Puertas", particularmente el existente en la ería de "El Palu", por su majestuosidad.
Una falla del terreno perpendicular al mar dejó en una extensión aproximada de treinta metros una grieta, parcialmente cubierta por sedimentos por la que, cuando la mar está gruesa, se puede ver la salida de varias columnas de agua pulverizada. Desde el pueblo se escucha el ruido producido por los embites del mar que semejan la acción del dios Thor y que dio lugar a nombres de las playas llaniscas de Toró y Torimbia, y muchos lugares también en los que se dan estos fenómenos costeros.
Una lluvia de agua y pequeñas partículas de arena arrastradas por el aire dejó huella en los terrenos de las inmediaciones, en los que la vegetación dominante son hierbas adaptadas a una alta salinidad.
El topónimo 'Palu' puede derivarse de >palustre< como lugar de agua. En la zona hay múltiples conos por los que se escucha el mar y en uno de ellos, el llamado por los lugareños El Pozu "Las Salmorias", es en realidad una playa interna en proceso de formación, donde la mar entra por una cueva, que en su día, (de eso puede que haya que retrotraerse a varios millones de años), todo haya comenzado con otro bufón, pero que, al encontrarse con un terreno formado por sedimentos poco cohesionados, el socavón es mayor. Su nombre viene del término árabe <al morias< que significa lugares invadidos por la mar. Con el paso del tiempo se castellaniza añadiendo el artículo "las" sin retirar el que ya tenía, "al", dando así> "las Almorias" y actualmente> las Salmorias.
Desde el Pozu "Las Salmorias" se pasa a nado hasta la mar libre, aunque en el tránsito si la marea está alta, hay que soslayar un pequeño sifón, allí donde es más lenta la erosión sobre las rocas.
Desde el Pozu "Las Salmorias" se pasa a nado hasta la mar libre, aunque en el tránsito si la marea está alta, hay que soslayar un pequeño sifón, allí donde es más lenta la erosión sobre las rocas.
Un día de agosto, cuando los vecinos de Puertas, Riegu y Vidiago se juntan en este bello paraje para celebrar "La fiesta del segador", pudimos ver cómo un piragüista entraba desde la mar al interior del Pozu y dio la vuelta ante el asombro de quienes nos encontrábamos allí para refrescarnos del fuerte sol.
El término 'Salmorias' me sugiere algo relacionado con la sal marina, que quizás se usase para encurtir las pieles y alimentos perecederos. También encuentro relación con el término castellano 'salmodias' de significado: canción repetitiva y cadenciosa, que venga del murmullo del agua en el oleaje que al pasar por la cueva deja escuchar el eco monótono del mar.
Aunque en el cartel anunciador venga el nombre de Bufones de "Arenillas", según me comentaron varias personas del lugar, Arenillas es otro lugar no muy lejos del Palu, a unos trescientos metros al oeste, donde hay más bufones, quizás no tan sorprendentes como estos dos de El Palu, salvo en mar gruesa con tormenta que dan miedo tan solo del ruido que meten. El término topónimo viene de la abundancia de concreciones calizas formadas por infinidad de moluscos que dejaron su impronta fósil en las rocas.
Aunque en el cartel anunciador venga el nombre de Bufones de "Arenillas", según me comentaron varias personas del lugar, Arenillas es otro lugar no muy lejos del Palu, a unos trescientos metros al oeste, donde hay más bufones, quizás no tan sorprendentes como estos dos de El Palu, salvo en mar gruesa con tormenta que dan miedo tan solo del ruido que meten. El término topónimo viene de la abundancia de concreciones calizas formadas por infinidad de moluscos que dejaron su impronta fósil en las rocas.
Hubo aquí hasta hace bien pocos años una cantera para la extracción de sillares que se usaron en la construcción de las casas señoriales, de indianos. La roca está plegada en lajas de un plegamiento vertical por efecto del empuje de la placa costera. Los canteros las extraían por medio de cuñas y resultan más fácil de labrar. Los restos amontonados forman montículos de gravas y permiten ver la variada fauna atrapada entre la caliza. Pasados los cartelones del bufón de El Palu, siguiendo el camino, y a la izquierda, hay una finca en la que se observan anormales montículos redondeados; pues bien: se trata de un antiguo calero donde se elaboraba la cal utilizando la roca y los abundantes tojos, "gromos" de los cuetos.
No está de más advertir a quienes visitan estos lugares de interés turístico y cultural, estás sencillas premisas:
1ª. El acceso por el camino es únicamente para peatones y bicicletas, a ser posible con timbre. También lo es para los dueños de las fincas colindantes que las atienden con sus medios mecánicos. No es una pista de competición, salvo para zapatillas. Puede comprenderse casos excepcionales, como acercar a ver el lugar a personas con movilidad reducida, ya sean jóvenes o mayores. Pero en ese caso, respetando la prioridad de los peatones, sin salpicar ni levantar polvareda.
2ª. Muy importante es la vigilancia atenta de los menores en esta costa y en todas, pues yendo por los senderos, se tropieza con oquedades y las hierbas de sus alrededores son muy resbaladizas.
3ª. Los cierres de las fincas y los animales que en ellas pastan, se deben respetar. Los cortes de las alambradas al maniobrar los vehículos, dejan cabos sueltos en la senda que puede enredarse en las ruedas de las bicicletas.
4ª. Es un lugar agradable para disfrutar de una comida y pescar quien tenga permiso, pero los restos de basura y pañuelos de papel para otros menesteres no deben dejarse sembrados. Existen suficientes excusados para aliviarse en los bosques y tierra para taparlo.
5ª. Así también, evitar molestar o dar alimentos a los perros pastores. Entender que un animal solo no está abandonado ni del pastor ni del rebaño. Y tampoco abrir las fincas. "La naturaleza es de todos", escuché decir a una excursionista que atravesaba una valla para robar fruta. - No es así, -le dije- . ¿Le gustaría que alguien entrase en su jardincillo a comerle sus ... lo que sea!
En este lugar rodó J. Luis Garci varias tomas de la película "El abuelo".
Pero, bastante tiempo antes, don José de Zorrilla publicó en su obra "El cantar del romero", con motivo de su estancia en el palacio del pueblo de Vidiago, que de seguido os muestro:
"EL
BUFÓN DE VIDIAGO"
I
Vuelve
a surgir, inspiración dormida
en
el fondo de mi alma fatigada,
sobre
los desengaños de la vida
y
ante su fin ya próximo... la nada.
En
tu pulmón la voz enmudecida
busca
y tu fuerza juvenil pasada,
y
ven antes que el tiempo se me huya
y
el hálito vital se me concluya.
Lo
sé: los años sobre mí se apilan:
ya
abre ante mí la eternidad sus puertas;
sobre
la tierra ya mis pies vacilan:
mis
oídos ya torpes y ya inciertas
mis
miradas están: ya se aniquilan
mis
fuerzas corporales: pero aún vive
la
fe de mi alma; en mi cerebro aún arde
esa
chispa de sol, la inteligencia,
emanación
de Dios; que de Él recibe
el
poeta de fe que a Dios concibe;
que
en el hombre de fe se nubla tarde
y
se apaga no más con su existencia:
porque
Dios a su espíritu , la adhiere
con
la inmortalidad, y a su presencia
va
con el alma cuando el cuerpo muere.
Y
aún vive en mí, fermenta todavía
y
en mi caliente corazón se esconde
esa
honda fe que por doquier me guía,
y
aun a la voz de la alma poesía
mi
independiente corazón responde.
Aún
vive: siento aún y aún oigo y veo
por
donde fijo la insegura planta
las
faz de Dios y su presencia santa,
de
negarle o no verle nunca reo:
hoy
que en la tierra mi vejez paseo,
sus
maravillas ante mí levanta;
y
poeta de Dios, porque en Dios creo,
mi
inspiración sus maravillas canta.
II
Ábrete,
pues, ¡oh sésamo! Que encierras
el
geniecillo ruin y microscópico,
que
conmigo cruzó mares y tierras
desde
la Alhambra hasta la mar del trópico.
Sal,
atómico ser, sal de tu sueño;
rompe
la leve cáscara del grano
de
sésamo en que estás, átomo enano,
de
los ingenios de hoy el más pequeño.
Sal
y el viejo laúd toma en la mano;
pero
vuelve gentil, ágil, risueño
como
en el tiempo viejo, aun no en olvido,
cuando
ibas, por mitad cristiano y moro,
la
cruz al pecho y de alquicel vestido,
cantando
a Dios y despreciando el oro;
cuando,
de audacia y de locura ejemplo,
salmodiabas
los versos del poeta,
lo
mismo al son de la morisca pandereta.
Sal,
genio mío, ven: te necesito:
ven
conmigo a asomarte a un agujero,
por
do el poder de Dios que veas quiero
en
un rincón de Asturias donde habito:
ven
no más a a escuchar un son, un grito,
un
baladro, un bufido, un algo fiero
y
encantador al par, santo y precito
tal
vez: que nada siento, es algo empero
como
huella de Dios, casi infinito.
Algo
compuesto de agua, luz, espuma,
ímpetu,
ruido, fuerza y movimiento,
que
debe hoy escribir mi vieja pluma
y
tú cantar con tu postrer aliento:
y
este algo misterioso, indescriptible,
aéreo
y corporal, sólido, hueco,
frágil
y recio al par, inconcebible,
del
cual vamos a hacer algo legible...
un
poema tal vez... no es más que un eco;
mas
ten presente, geniecillo loco,
que
un eco siempre es algo, aunque es muy poco.
¡Ea,
pues geniecillo que me inspiras,
a
ver como de un eco en torno giras!
¡Sus!
Tus alillas ágiles *desplega,
recorre
desde la alfa hasta la omega;
tu
vuelo es libre, tu labor sin coto;
con
la palabra y la idea juega;
discurre,
inventa, trama, afirma, niega,
canta,
cuenta, salmodia... arma alboroto,
hasta
que ese eco que a rumor no llega
sea
el de un huracán o un terremoto.
Prueba
a Asturias que puedes todavía
un
eco en sus breñales escondido
convertir
en raudal de poesía
y
en un recuerdo de hombre agradecido.
Mas
al hablarla de él... ¡por vida mía!
No
vayas indiscreto o distraído
a
alardear de saber mitología.
Asturias
es romántica y cristiana:
salvó
a Europa de ser mahometana;
y
tierra en que es Santuario Covadonga,
su
creencia y recuerdos no prolonga
hasta
los mythos de la edad pagana.
No
hables aquí de Ninfas: las de Grecia
no
llegaron aquí: la Ninfa Eco
pasa
aquí con razón por una necia,
que
habló sin ton ni son y siempre en hueco.
Como
Ninfa y Deidad la adoró Roma,
que
adoró a todo Dios: pero se opina
aquí
que Grecia la admitió, una broma
por
dar a Roma, en la mansión divina.
Eco
fue Ninfa: mas, sin forma humana,
hizo
sólo en pinturas de persona;
y
como Ninfa huera y casquivana
la
aceptaron, de buena o mala gana,
desde
el Areópago a la Sorbona.
Fue
Ninfa, sí; pero la más perdida:
Divinidad
rastrera y *rezungona,
sin
dar la cara se pasó la vida
por
cuevas, subterráneos y rincones
para
escuchar a todos escondida,
cortando
por do quier conversaciones,
metiéndose
con todos en cuestiones
y
en dividir a tontos divertida:
y
como, impertinente y holgazana,
repetir
nunca supo más que un trozo
de
una farsa final, en la lejana
cavidad
de una bóveda o de un pozo,
ya
ni la poesía aquí la abona.
No
hables, pues, de esa Ninfa charlatana,
aquí
no quieren gente respondona:
y
sabe la católica Asturiana
que
ante la Cruz que el Gólgota corona
a
las Ninfas ahogó la fe cristiana.
Aquí
el eco no es más que un ruido, seco
o
prolongado que, de voz humana
u
otro son, se repite en algún hueco.
El
eco que fue Ninfa muerto yace:
con
que no hablemos más de esa villana,
y
ven el mío a oír; que es un son vago,
que
en las entrañas de la tierra nace
entre
liquen, adelfa y jaramago,
que
en dormir en un antro se complace,
y
que en vapor y estruendo se deshace
en
la Asturiana costa de Vidiago.
III
Vidiago
es una gárrula aldehuela
donde
un pueblo entre Céltico e Ibero
franco,
trabajador, sobrio y sincero
labrador,
traficante y ganadero:
suda
en verano y en invierno vela
y
del sudor y afán del año entero
los
domingos alegre se consuela,
bailando
al son del árabe pandero
y
al compás de la etrusca castañuela.
Vidiago
es el lugar tranquilo
después
de una existencia consumida
en
inquietud y afanes sin medida,
que
allende de la mar nos tuvo en vilo,
con
la vida en un tris, la alma en un hilo
y
la esperanza de volver perdida,
un
amigo leal del tiempo viejo
volvió
al paterno hogar en pos de asilo,
paz,
pan, lana caliente y vino añejo;
cosas
que ayudan a esperar sin pena
al
fin de vida mala muerte buena.
A
este amigo leal, que como hermano
me
quiere y trata y como tal le tengo,
se
me antojó venir este verano
a
ver en la mansión de su abolengo:
y
como él es un hombre de buen juicio
y
yo un loco de atar desde ab initio,
antes
de que la tumba se nos abra
vine
a pedirle y darle, por si dejo
antes
que él de vivir, su buen consejo,
mi
último adiós y mi postrer palabra;
pues
los dos vivido tanto,
ya
al despedirme suponer debemos
que
sus consejos él me da postreros
y
yo que alzo en su hogar mi último canto.
Su
hogar, palacio señorial un día
y
hoy albergue por mí del dulce encanto
de
la amistad, la fe y la poesía,
se
eleva al par de gigantesca roca
que
ha socavado el mar; en cuyo hueco
cien
metros tierra adentro abre una boca,
donde
cuando pacífico le evoca
de
su manso rumor despierta un eco.
Este
eco, de su alcázar no lejano,
de
mi balcón los vidrios estremece
cuando,
al crecer de noche el océano
con
la marea equinoccial, parece
que
se viene la mar sobre la tierra;
el
eco en su caverna se enfurece,
y
al viento contra el mar llamando a guerra,
amedrenta
la costa y la ensordece
con
bufidos de son tan pavoroso,
que
turban de los pueblos el reposo.
Mas
cuando el mar azul en calma duerme
y
humilde el pié de los peñascos lame,
el
eco yace en la caverna inerme
sin
responder aunque la voz le llame.
Eco
que asorda la comarca entera,
no
del hombre a la voz sale al encuentro;
sólo
habla con el mar cuando se altera,
ruge
a impulso del mar de fuera adentro.
Yo
le he ido a buscar: en el embudo
de
piedra en que la mar boca le cava
me
asomé y le llamé: mas se hizo el mudo,
porque
era yo, no el mar quien le llamaba.
A
este eco altivo y de desdén simultáneo,
para
que en él a reposar se acoja
después
de su periódica pelea,
el
mar, que es como Dios un gran mecánico,
labrar
un grande alcázar se le antoja,
y
en él trabaja con afán titánico
empleando
el poder de su marea.
Y
aquel calcáreo gigantesco embudo
que
un día fue no más un agujero
áspero,
tosco, desigual y rudo,
es
calado marfil, es chal ligero,
obra
de aguja y de cincel agudo;
blonda
de piedra, berroqueño encaje
tendido
encima de peñón roquero,
filigrana
sutil, labor de pluma
tejida
por el mar con su oleaje,
con
su acre sal y disolvente espuma.
Y
el mar, que es además un grande químico,
descompone
la roca y la rebaja,
la
tornea, la ahueca y trabajador
como
pudiera artífice muslímico,
rumano,
índico o godo; y la alicata
la
dentella, la comba, la maquea,
la
retuerce, la riza, la dilata,
la
acanala, la *histria y *losangea:
sutil,
cada partícula caliza
con
sus sales disuelve y pulveriza;
y
quitando y dejando donde importa
ya
lo esponjoso, lo arenisco y blando,
ya
lo duro y silíceo, y avanzado
en
su trabajo sin cesar, recorta,
perfila,
aguza, redondea, cuadra
y
carcome la piedra y la taladra;
transforma
en fin la roca, improvisando
primores
mil de talla en su haz salvaje,
sin
que la desmorone ni la raje
el
ímpetu del agua; ya que brote
del
cráter o del mar, ya suba o baje,
mane,
esculle o con ímpetu rebote.
El
alma del mortal contempla absorta
las
maravillas que el capricho aborta
del
agua en su labor, sin que se agote
la
original y rica fantasía
de
su trabajo secular: y espanta
ver
como en él solícita adelanta,
y
a su antojo fantástico modela
la
peña, la abrillanta o la apelmaza,
la
esmerila, la pica o la cincela;
y
en sus relieves incansable traza
repisas,
*ornaciones, doseletes,
nichos,
estalagmitas, rosetones,
miles
de inverosímiles juguetes,
miles
de inconcebibles invenciones.
Y
aquel cono invertido y trabajado
con
labor tan sutil y complicada
que
comprender a quien la ve no es dado,
que
turba la razón y la mirada,
que
ni el loco mayor nunca ha soñado
en
su mayor delirio, es la portada
del
cóncavo palacio en cuyo hueco
duerme
alojado por el mar mi eco.
Y
he aquí con aire y mar lo que sucede
cuando
el trabajo de ambos verse puede.
IV
Este
eco juguetón, hijo intranquilo
del
aire, que del agua va envidioso
dentro
del hondo socavón asilo
a
buscar cuando el agua está en reposo,
susurra
intermitente, rumoroso,
cual
manantial oculto que hilo a hilo
se
oye apenas manar dentro de un silo;
y
su son subterráneo y misterioso
la
atención de quien le oye tiene en vilo.
Es
que su padre el aire, que le crea
de
la boca de piedra a la salida,
de
la boca en el fondo se recrea
en
hacerle bullir y juguetea
con
él, y en una hebra de su aliento
le
mece, le columpia, le cunea
con
un murmullo igual y soñoliento.
Una
brizna silvestre que, prendida
su
raíz al peñón, flexible ondea
con
aquel *flébil hálito menea
y
el eco con la voz adormecida
entre
vigilia y sueño se estremece,
y
a intervalos despierta y se adormece:
y
turba a quien le escucha, y le marea
con
la aprensión de cosa indefinida:
pues
parece la boca chimenea
de
algún laboratorio en que se anida
algún
gnomo, que está con mala idea
trabajando
en labor desconocida.
Este
eco, empero, caprichoso, extraño,
vario
y falaz como mujer coqueta,
finge
dormir con malicioso engaño
móvil
siempre y sin pié como veleta:
pues
cuando más halagador arrulla,
móvil
esclavo de la mar inquieta,
en
cuanto siente que la mar murmulla
a
la boca exterior del subterráneo
ante
el mar que se encrespa se levanta,
y
con ímpetu al suyo simultáneo
se
sacude con ímpetu instantáneo:
y
al que le oía entretenido espanta
el
ruido inesperado del envite
repentino
del mar, que en su garganta
de
piedra el eco del carbón repite.
V
Es
que las ondas de la mar agita
ya
la marea equinoccial que avanza:
es
que el mar, que sus olas necesita
extender
o romper, con infinita
creciente
progresión sus olas lanza
más
altas cada vez contra la roca;
y
allí abre al mar el socavón de su boca,
y
allí el oleaje al socavón alcanza,
y
el mar al eco con su voz provoca:
es
que ya entre aire y mar la lid estalla,
y
es que el aire que ocupa la caverna
la
defiende del mar: por lo que eterna
es
del agua y el aire la batalla.
-¡Ya
la lid se trabó!- ya la marea
se
desborda en la cueva: el aire grita,
silba,
gime y tenaz puja y jadea
prensado
sin cesar: el mar se agita
cada
momento más: toca, rodea
y
asalta el antro; de encontrar se irrita
al
aire en el cabon: con él pelea
bajo
la tierra: embravecido ondea,
y
olas sobre olas al echar se comba,
y
llena el socavón de espuma y ruido:
el
eco, entre agua y aire comprimido
cual
de prensa neumática en la bomba,
su
hálito arrullador convierte en tromba,
su
flébil son en infernal rugido.
Bufa
el aire furioso: el mar rebrama
y
ondas tras hondas en su auxilio llama:
montañas
de agua sobre el aire arroja:
él
reventando de furor se espirita:
dobla
su empuje el agua: el aire afloja
sintiendo
que por fin se debilita,
y
muge con hondísima congoja:
pero
por más tenaz que forcejea,
el
agua de delante se le quita,
y
él por la encañonada chimenea,
fugitivo
huracán, se precipita.
¡Dios!
Por el fondo del calcáreo embudo
de
ciclones con fuerza estremeciendo
la
mole inmensa del peñasco rudo,
aire
y eco a la vez salen rompiendo
de
la atmósfera el tul en cien jirones;
haciendo
al desgarrarla más estruendo
que
el que harían rugiendo cien leones,
cien
ballenas un golfo revolviendo
y
reventando a un tiempo cien cañones.
De
darle con inútil esperanza
caza
en el viento, tras del aire lanza
gigante
surtidor de agua en espuma
furioso
el mar; pero en su altura suma
de
su empuje a pesar ya no le alcanza:
y
él, vuelto ya de su pavor, se engríe
y,
en lo alto, de él y de su afán se ríe.
Entonces,
alardeando por despecho,
desplega
el agua espléndido penacho
saliente,
punta ruin o áspera escama
del
cóncavo peñasco, desparrama
rizos,
madejas, cintas, trenzas, blondas
y
velos mil sin adhesión ni trama;
cuyos
hilos fugaces culebrean,
y
van a reunirse con las ondas
del
socavón por el conducto estrecho,
en
donde serpenteando burbujean,
sin
conseguir jamás hacerse lecho.
El
aire, que la siente bajo tierra
tornarse
hirviendo al mar tras la resaca,
detrás
del agua al socavón se arroja;
vuelve
otra vez a provocarle a guerra:
otra
vez del cabon la desaloja
ella:
él entra otra vez: otra le saca
el
agua y otras mil... y no se aplaca
de
aire y agua la horrísona pelea,
de
la caverna en el peñasco hueco
hasta
que se retira la marea,
y
vuelve al fin del socavón ya seco
a
apoderarse el aire con el eco.
VI
Y
vuelve a oír quien a escuchar se inclina
al
cono, por el mar *filigranado
como
un joyel precioso colocado
bajo
una recamada muselina,
cómo
el aire del antro enseñoreado
en
aspirar ufano se recrea
del
agua inmóvil ya, la ventolina
tenue
y fugaz, bajo la cual no ondea:
y
engreído, el cabon porque domina,
aún
bufa por lo bajo y aletea:
y
la brizna flexible que se inclina
enraizada
en el peñón menea
y
con su tallo móvil juguetea:
el
eco imitador bufa y bravea
otra
vez susurrando a la sordina,
y
escondido en el fondo de la mina
con
la brisa y el agua coquetea.
Mientras,
sin miedo de la mar vecina.
VII
CONCLUSIÓN
(
Vidiago, setiembre de 1882 )
Llaman
a esto un bufón aquí en Vidiago,
porque
bufa en verdad y estruendo mete
que
da pavura y amenaza estrago:
a
mí nombre poner no me compete
a
las obras de Dios: lo que aquí hago
es
venir a adorar a este boquete
al
Dios para quien es la mar un lago,
y
este extraño fenómeno un juguete.
(Tomado de “El Cantar del Romero” de José Zorrilla y Moral, publicado por
El
ORIENTE DE ASTURIAS, 1987 en la vasta colección de TEMAS
LLANES,