AL LECTOR:

Narraciones de hechos y acontecimientos recordados por el autor; otras recogidas de la tradición oral y escrita.

jueves, 15 de febrero de 2024

LA CASONA "EL CARRIL"


La casona del Carril es una elegante muestra de la construcción indiana de la comarca. 
De críos la mirábamos a través de sus altas rejas deseando de alguna forma conocer su interior, atraídos por la opulencia que mostraba con sus amplias escalinatas y con los ajardinamientos en los que se conservaban restos del antiguo esplendor de la mansión. 
Fuera del recinto que la rodea tiene La Cochera donde quedaron en desuso los dos últimos carruajes de caballo, lacados en negro y ribeteados de franjas doradas. 
La casa con galería junto a las escalerinas del caleyín de la Vega Teresuca donde vivieron Santos y Visita, los últimos caseros. El Garaje junto a la carretera. 
En el caleyón de “Las Pozonas”, yendo para Tamés, está la cuadra del ganado que cuidaban Santos y Visita. Detrás, el potrero donde se guardaban los caballos y otras dependencias agrícolas y ganaderas que fueron quedando en desuso lentamente. Sin embargo no se escapaba a cualquier observador los innumerables signos de haber habido allí todo un despliegue de medios: Aparejadas repujadas para los carruajes, aperos, herramientas, carros de vacas, de caballo, máquinas de arar, de sembrar, de sallar, cortar quedaron atrapadas por el óxido y las maderas de los techos fueron cediendo al peso y al agua. 
Sería acaso por lo que mi padre me contaba de haber trabajado con catorce años en la cuadra y por las maravillosas descripciones que me hacía mi abuelo que había compartido amistad y juegos con Luis, el hijo, haría que yo mirase todo aquello como algo extraordinario dada la escasez que se padecía. ¿Quién pensaría en usar el teléfono, la electricidad o el motor de explosión en aquel primer tercio de siglo? La casa fue mandada construir por D. Diego Escandón para su hija María que se casó con Bernardino Noriega Tamés, natural de La Venta en Pendueles, motivo por el que sus restos descansan en el cementerio de aquel pueblo. Antiguamente se la conocía como la Casa Rumayor que limita al norte con el barrio de Brañes, y al sur abre su portilla al Carril. Podemos imaginar el movimiento de personas que habría dentro y fuera de la mansión en contraste con la soledad en que se sumió a partir de la desaparición de D. Bernardino. Tenía a su disposición todo un equipo de empleados asalariados fijos: cocinera, niñera, y doncella para la casa; mecánico para los coches, como Antonio García, ex-guardia civil que acabaría poniendo su taller en la entrada de Llanes por la Concepción y chófer, Joaquín. Tenía incluso lacayos. Uno, al que todos conocían como Cayo, se encargaba de atender a los caballos. Para el resto de actividades del campo se proveía de jornaleros para plantar, rozar, abonar el campo, etc. Caro, otro de los lacayos, bajaba a Llanes a por los encargos con el carro de rejas y estaba al cargo de los lebreles de caza que utilizaban Bernardino y su hijo Luis. Disponía continuamente de un albañil o cantero para los continuos arreglos de tan vasta propiedad así como un carpintero que trabajaba debajo del Corredorón de la Casona y donde almacenaba la madera con la que reparaba las numerosas portillas de las fincas que tenía, hacía carretillos para sacar el cuchu de las cuadras, construía cajas y ponederos para el gallinero donde había un centenar de ponedoras y numerosos pollos que abastecían sobradamente la despensa de la casa.
Tenía también montado un potrero donde herraba los animales de tiro un herrador que llegaba de Unquera periódicamente. De la misma forma, cuando no era el capador, era el matador o el pesador los que se acercaban a realizar sus trabajos. En cada época del año había una actividad desplegada entorno a la siega, a la siembra y al sallu, a la cosecha del maíz o de la patata; a la recogida de la manzana, la fabricación de la sidra y al matacíu por el sanmartín.
Cayo era un hombre muy fuerte. Bernardino, que era de buen carácter, solía tener en su cuadra a un nutrido grupo de tertulianos que distraían el aburrimiento con apuestas de fuerza y proezas por el estilo de las que les contaré y que no siempre acabaron bien. Atraído quizás por aquéllas, se dejó caer por allí una tarde, José El Mayorazu de Porrúa, famoso ya por su enorme fuerza demostrada en múltiples situaciones.
Bernardino, al que tampoco le faltaba un punto de bromista, le dijo a José que Cayo, ― que como ya dije era de buena complexión,― había subido por el camino que hay entre el Garaje y la casa de Joserrín, el enorme carro del que tiraban “el Alegre y el Guerra”, los dos grandes bueyes rojos. José tragó el anzuelo con facilidad por parecerle que si Cayo lo había logrado, él no habría de ser menos. Una vez acercado el carro a la empinada cuesta, levantó el cabezón y colocándose debajo de él, se sujetó a los ajonadorios y lo plantó delante de La Cochera de Brañes sin demasiado esfuerzo, ante el asombro de los allí congregados.
Pasado un tiempo, corrió entre los ganaderos de los pueblos limítrofes la noticia de la importación de varias vacas y un semental suizo para la ganadería de Bernardino. Volvió por la cuadra El Mayorazu atraído por la novedad. Bernardino que no había quedado contento con los resultados de la última broma gastada a José y deseando bordarla, la preparó aún más gorda. Esta vez le dijo a José, así como quien no quiere la cosa, que Cayo había logrado levantar del suelo al “Barón” cuyo peso, 1350 kilos, rezaba en una placa colocada en la pared de la cuadra, pero que el Mayorazu no debió de ver ni mucho menos leer. Hombre fuerte y no arredrado por nada, no queriendo ser menos que Cayo, se metió debajo de aquella mole con patas echando toda su fuerza para levantarlo a la vez que preguntaba con la voz cortada por el esfuerzo:
― Bernardino… ¿Pierde tierra?
Mientras, a escondidas con la guiyada,  don Bernardino puyaba al tranquilo animal para que se moviese, no contento con el resultado esperado.

 

viernes, 22 de diciembre de 2023

Ruta molinera del Melendru

 Primer tramo
               Es frecuente ver en la villa grupos de personas que quieren conocer el callejero y las casas más nobles y señoriales o aquellas donde algún suceso reciente, como el rodaje de una película, se dio. Escuchan con atención, estoicamente, las explicaciones que dan los guías turísticos mientras tratan de ver en las edificaciones los restos de esa nobleza que con orgullo se les muestra, como si les interesase saber de sus nobles y regios moradores. Y no está nada mal este paseo por el casco viejo y las angostas callejas que trasiegan el calor al mar. A veces, las tan preparadas explicaciones se ven cortadas por el ruido de los vehículos que no hubo manera de dejar aparcados en las afueras, muchas veces por vagancia y otras por pura necesidad. Es posible que lo que entre por sus ojos y por sus narices sea más que suficiente, ya sea el olor salobre de la ría o de los fogones donde se fríen los productos arrebatados a la mar. Puede ser que unas palabras sueltas, el olor y la vista romántica del Llanes medieval sea suficiente pago para el largo viaje realizado en cualquier época del año.
             Esta semana a través de esta página llevaré a nuestros lectores, quizás desde sus casas, por una ruta, donde sólo oirán hablar de la nobleza de las gentes que allí dejaron sudor y vida, tan importantes como la de aquellos que dejaron sus ostensibles blasones en las piedras de la Villa.
Provistos de mochila y de bastón saliendo del puente nos metemos por el hermoso parque en la ribera izquierda del río, Usaremos, para entendernos, el código aplicado en geografía por el que se mira siempre correr las aguas para decidir si es izquierda o derecha, de esta forma nos evitaremos malentendidos. Este parque se conocía anteriormente como el “mataderu” y aún se preserva la edificación rehabilitada como Museo marítimo. Ahí, en esa pequeña vega se hacían las verbenas de las fiestas de La Guía, al lado del desaparecido y noble teatro Benavente, exposiciones de ganado y otros eventos. Salimos a la calle siempre a la vera del río. En frente, cercana a una casa que parece sostener el talud de la carretera de los Altares, se conserva incrustado en el paredón de piedras almohadilladas el arco de una fuente que dio agua a los vecinos y la vertía al río justamente donde estaba el lavadero. Me recuerdo sus depósitos llenos de ropa añilándose y el olor a jabón chimbo. Inclinadas sobre sus tablas, las mujeres frotan y frotan con sus blancas manos mientras conversan a voces para vencer el rumor del río y el griterío de los chiquillos que cazan renacuajos en las arenas sedimentadas donde nacen unas matas de berros. Las aguas del río liberadas del largo y sinuoso trayecto desde las cuestas, se retiran a descansar en el mar. Surgen de entre los arcos del viejo molino de Cagalín de José Noriega, preparado tanto para la molienda como para obtener, por medio de una dinamo, la energía eléctrica que iluminó las casas de la villa y fábrica de hielo. Purón, Carrocedo y Bedón darían luz a nuestra infancia. Aprovechaba el último desnivel importante del río tras el puente de Cagalín donde tenía la presa. Seguimos en busca de la nueva ruta abierta por las fincas de La Bárcena, hasta salir a la carretera de La Portilla. Antes del pequeño puente que cruzamos, a la derecha estaba el penúltimo molino para el río, para nosotros el segundo en encontrar. Su último dueño, Ricardo Sánchez Noriega, Rico, de Cue, se vino a vivir a Pancar a la casa de Manuel Sánchez Noriega, conocido como El Coritu jefe del Batallón de su mismo nombre en la contienda de la guerra civil. Rico, su mujer y sus dos hijos mantuvieron activo el molino de una muela que llevaba su nombre en La Carúa.
Seguimos la señalada senda hasta adentrarnos en el comienzo del pueblo de Pancar. Esta vez vamos por la parte derecha del río. Las casas del Cuetu Molín se asoman al río para refrescarse. Podemos cruzar el puente y veremos apenas entre malezas y arbustos, en total ruina los muros del molino con dos muelas y la serrería del Tío Perico, padre del Nino quien se hizo famoso por mantener el folclore del pericote en sus raíces y llevarlo en sus corizas a escenarios del nuevo continente. Lo recuerda la letra en una de sus estrofas: “A bailar el pericote/ vino el Nino de Pancar,/ porque Tere y Vicentina/non supiéronlu bailar”, cantábase así en Parres.
Retomamos la senda que nos deja al lado del tercer molino de dos muelas de nuestro recorrido. Aníbal y Cesárea padres de Pepín y Valentín tenían una bolera al lado del molino y era un rincón donde se juntaban los amigos para tomarse unas sidras, bajo los chopos del río. Valentín, su mujer y sus hijos mantendrían las muelas alternando con el trabajo en la extensa ganadería de producción lechera que tuvieron. A Valentín se le veía entre los romeros pancarinos para cortar, transportar y plantar la hoguera de San Pedro. Hacían la entrada triunfal con Valentín a caballo sobre la cabeza del palo, llevado a hombros de todos los mozos, en una mezcla de alarde de fuerza y homenaje a este entusiasta vecino.
             Seguimos la ruta al lado del río y justamente cuando parece abrirse el valle de La Vega, bajo el Cuetu Escrita, quedan los restos de otro molino de una sola muela, medio escondido y cuyo descubrimiento lo hice fortuitamente cuando buscaba alguna subida al montículo donde de pequeño iba a buscar la hierba para las vacas en una finca que llevábamos, porque siempre me dio que pensar su nombre, sobre todo, desde que conocí el Peña Tú, si habría alguna inscripción o grabado en alguna de sus numerosas rocas calizas. Aquí hay que cruzar el río y tomar una pista, viejo camino desde Pancar hasta Las Mestas y Bolao, que discurría paralelo a las vías del tren, y que pasa bajo la autovía. Cruzaremos las vías poco antes de llegar al puente metálico del ferrocarril. Se ven cercanos los restos del Molino de La Vega que trabajaba con tres muelas. José y María, los de la Vega, criaron en él a sus tres hijos: José Ramón, que sería mecánico de bicicletas en la plazuela del Cotiellu; Pedro que seguiría con el molino y la carpintería de su padre y Benigno con su taller y tienda de relojes en la plaza. Hoy las bardas y las hiedras se empeñaron en abatir y ocultar los restos del abandonado molino.
             Podemos seguir por la finca hasta cruzar la vía con mucho cuidado por la cercanía del túnel o volver los pasos para cruzarla mucho más seguros al lado del puente de hierro y llegarnos hasta el sexto molino de nuestro recorrido. Esta construcción ganó la batalla al tiempo a costa de ver modificada un poco su estructura como vivienda.
Es el molino de Las Mestas de dos muelas que habían regentado otro matrimonio cuyos nombres, curiosamente también eran José y María, los de las Mestas y su hijo Pepín. Tenían bar en el mismo edificio del molino y en temporada bolística lo servían en la cercana bolera. María preparaba tortillas, tortos, chorizos y mariscos para la merienda de la gente que habitualmente acudía de Llanes por las tardes. José tenía un puesto de sidra que llevaba por las fiestas en su carro y caballo. De paso recogía las sacas de maíz por los pueblos y devolvía las moliendas hasta los lugares más alejados. Ejercía también el oficio de pesador cuando los san martines. El Ayuntamiento fiscalizaba entre otras cosas, la matanza del cerdo en las casas y cobraba un impuesto acorde con el peso en canal de la res. José, cuando acababa la labor con la romana, preguntaba medio en broma, medio en serio, por el xatu o la oveya, pues era costumbre completar la labor con el sacrificio de algún otro animal que no siempre se declaraba.
Más de uno, creyendo la broma veras, pensaba que a José algún vecino de mala idea le había dado el soplo y él solo se delataba sin más. A José se le fue la vida en un accidente con el carro cerca del puente Purón cuando regresaba de entregar las moliendas en la tienda del Trisqui en el Joyu´l agua de Puertas.
Seguiría atendiendo sola el molino María, unos años más, período de tiempo del que yo tengo memoria acudir a llevar la molienda.
Posteriormente el molino lo compró en México a sus dueños, Pepe Junco, “Pepe el Curru” y lo atendería un cuñado suyo, casado con Lisa, Camilo Fernández y sus hijos Pedro y Camilín, hasta que se cerraron definitivamente sus compuertas y el río continuó su vereda sin interrupción, vega abajo.
Podemos aquí hacer una pausa si el día no da para más o las piernas están ya cansadas. Retomemos el camino y volvemos nuestros pasos. No queda otra, salvo salir por la Arquera por el arcén de la carretera y con mucho cuidado por el tráfico rodado.
Esta puede ser una ruta para un grupo determinado de edad y condición física. Antes de partir, siéntense a tomar el bocadillo que celosamente guardaban en su mochila y refresquen el agua de su cantimplora en las aguas del río al otro lado del pequeño y desvencijado puente de madera. Escuchen la armoniosa melodía del río e imaginen el ruido de los rodeznos bajo los puentes de piedra del viejo molino.
Segundo día.

Quedamos la semana pasada, lo recuerdan, contemplando las aguas del molino Las Mestas. Esta segunda etapa del camino, puede resultar más enrevesada de contar que de recorrer, así y todo trataré de llevarles por los caminos, aunque debamos para evitar rodeos, pisar la carretera.
Si salimos de Llanes, tomamos el desvío a La Pereda y Parres que hay en la segunda rotonda sobre la auotovía y podemos aparcar antes del paso a nivel. Una vez atravesadas las vías, el primer desvío a la derecha, nos lleva hasta el molino de Las Mestas, donde lo dejamos la vez anterior. En ese camino, a la orilla izquierda están los restos de otro molino de una sola muela. Una cancha de tenis ocupa el sitio de la vieja bolera, bajo la sombra de los plátanos. Este camino solía anegarse con las crecidas del río que viene desde la fuente de Las Herrerías, por las fincas de las Mimosas.
Seguimos, pues la carretera en dirección a La Pereda y damos con un conjunto armónico de casas restauradas en el barrio de Bolao donde vivieron Arturo y Aurora con sus dos hijos, Manolo y Vicente. A la derecha, un camino de carro nos lleva, por la Palaciana hasta Parres y será por el que regresaremos. 
La siguiente casa que encontramos a la izquierda pertenece a la familia de creadores e integrantes del Coro que lleva su nombre, Antonio Cea y Hortensia Gutiérrez con sus hijos, Toño y Gema y los hijos de ésta, Conchi y Emilio. Conservo de “Las Mimosas”, el recuerdo de un campeonato de bolos en el que jugaba mi padre de pareja con su hermano Eduardo y me llevó en su bicicleta. Olorosas mimosas plantadas a orillas de la bolera, dan nombre al sitio donde también existió un merendero. 
Caminados unos veinte metros y vemos un desvío a la izquierda por el que podríamos seguir en otro momento hasta la capilla de San Felipe en Soberrón, al pie del Picu Castiellu. No obstante, aprovechamos para echar un vistazo al entorno y lo seguimos algunos metros. Veremos una torre del transformador que daba corriente a la mina de piritas escavada a cielo abierto. El profundo y extenso pozo quedó anegado desde que se rompieron en mil heridas los veneros que lo cruzaban y ahora vierte las aguas sobrantes en un riachuelo que las lleva hasta encontrarse con el ríu Vallanu poco antes del molino de Las Mestas que ya conocemos. 
A la derecha, hay un bosque de eucaliptos y por un sendero si andamos unos cincuenta metros damos con la Fuente las Herrerías, delante de la cueva de su nombre. A poco que miremos en el lecho del agua encontraremos unos bloques informes de mineral, más pesado que las rocas de areniscas que lo forman y que a mi juicio dan nombre al lugar. Muchas personas piensan que se refiere a una posible serrería, pero es más creíble que fuese una herrería, por el citado mineral de hierro, que además presenta signos de haber sido fundido. Otras más piensan que es el mismo mineral que se sacaba en la mina de Bolao que está justo al lado del camino por el que entramos, pero la mena que se extrajo en ella, era la pirita. Aprovecho para señalar otros sitios por los que me encontré con los mismos o parecidos minerales que en esta fuente, y curiosamente también cercano a manantiales y cursos del río. Son estos: El nacimiento del río Cabra, junto a los molinos de la Borbolla; en el bocal del río Purón, junto al puente de madera que lo atraviesa por la senda costera de Puertas; en uno de los caminos de La Galguera a Soberrón, formando muros de las fincas junto a otros cantos calizos y de arenisca; en el Purón, donde se le junta el río Barbalín, pasado el puente que lo cruza, recorremos su orilla derecha en dirección al mar y cerca está el sitio que se conoce como La Herrería, que ayuda a confirmar lo expresado hasta ahora; en Parres, en el cueto La Mina, pueden hallarse este mismo mineral de hierro y otros más sitios que darían para otro trabajo de campo.
Dejamos la visita a la cueva para otra ocasión también el camino a Soberrón y regresamos a la carretera que tras leve subida nos deja en un pequeño e imperceptible puente que cubre las aguas del Ríu Janu que nace en Fuentecaliente, en La Riega y sigue por Las Pisas, donde antaño movía los batanes para hacer el paño y, más abajo, por Los Molinos. El prado del Pedrosu, donde jugué de niño con mi prima Tere, conservaba el molín de Janu, hoy cubierto por las arenas de la explotación de sílice.
Seguimos andando carretera adelante. Las viejas casas nos contemplan pasar y nos hablan en silencio del recuerdo de sus moradores: la Casa de Juanito y Joaquina Luchana y su hija Chelo, a la izquierda. El camino de la izquierda nos lleva hasta la Vega El Rey; el de la derecha, al bar la Roxa, a Corisco y Vallanu. En alto, El Coteru, la casa del Tío Félix Hano y la Tía María Fernández con sus hijos: Concha, Amparo, Enedina y Ramón, casado con mi tía Jandru y padres de mis primos, Tere y Félix. Nombres y más nombres que se pierden en la neblina de mi infancia. Mientras tanto, nuevas casas a la izquierda de la carretera de modernos estilos, como queriendo diferenciarse de las demás, sin integrarse en el paisaje, desoyendo los principios más elementales entre los que estaría el respeto por la toponimia del lugar.
La caseta de La Diputación a la izquierda y un camino que nos llevaría al monte, por la Cuesta del Caballu para entrar por el Texéu camino de Viango. A la derecha otro camino nos lleva también a Corisco y Vallanu. Unos metros más y hay un puente sobre el Ríu Xixón que nace en Las Fuentes, donde el Jogu de las Maconas, atraviesa Los Jorcaos, Los Pasucos, y las lleva al encuentro del ríu Vallanu que las deja en el punto que ya conocemos en el molino de Las Mestas. Hay que parar en las camperas del recinto de La Guadalupe para tomar pausadamente sentados en el pórtico el agua fresca de la cercana fuente. Contemplaréis esqueletos de los castaños que otrora cubrían con sus sombras los bailes y los puestos de sidra y avellaneras el día de la fiesta, siempre el 2 de agosto. La Escuela, la casa Conceju, la bolera, el jerraderu, la Cueva, el lavaderu, la fuente y el bebederu, son recuerdos de piedra viva que nos hablan de un pueblo agrícola y ganadero y unas gentes para mí tan familiares.
Es preciso continuar y dejar la nostalgia para caminar por la carretera hasta Santa Marina. Las últimas casas nos dejan paso al Bolugu. En el cueto de la derecha, tras pasar el almacén de Raúl Villar, están olvidados los muros de la capilla de Sant Hilario, conocido como “Santilar” donde de crío aún pude encontrar restos de alguna imagen en escayola o del techo y que llevaba como verdaderos tesoros para pintar con ellos en los portales de la escuela o en el pórtico de la iglesia las rutas ciclistas que hacíamos con las chapas de las botellas. Bajamos la pequeña cuesta y damos con el puente sobre El Melendro, nombre que le viene sin duda del melandru, tejón, tasugo, que se esconde en las cuevas y así el río se aboluga, se esconde, en las cuevas del Bolugu, para resurgir en Corisco en un hondo y estrecho valle para mover la única muela del molino junto a la cueva de Covarón, de José, Leonor y de sus hijos Ramón Antonio y Rosi.
           Pasado el puente, nos encontramos a la derecha con la casa de Lucía, la pastora de Requexu que lucha contra el paso del tiempo, mientras se desarma el cortavientos de piedra y la techumbre apenas puede sostenerse en las podridas vigas. Fijémonos en la pequeña cuadra que hay en el prado enfrente de la fachada de la casa, porque más adelante les hablaré de algo relacionado con ella.
Nuevas edificaciones en el Bosque Gidio a la derecha, donde estaba la cuadra de Saturno González, tío abuelo mío, hoy seccionado en varias fincas con sus chalés y casas. Enfrente otros dos chalés modernos y pasados estos hay un camino a la izquierda, que nos lleva a la fuente de Moscadoria. Solía yo de crío acompañar a mi madre a lavar la ropa. Yo jugaba por el río represando sus aguas y botando pequeñas embarcaciones que hacía con las mollejas secas de los plátanos. Allí se juntaban normalmente varias vecinas con sus respectivos hijos lo que hacía más entretenido el trabajo para ellas y para nosotros el juego, aunque acabásemos, la mayoría de las veces, totalmente empapados de salpicaduras y resbalones. Ellas tendían, si el tiempo era bueno, las sábanas en los campos y el resto de trapos sobre las bardas para recudir el agua. Existe muy cerca una cueva de amplia entrada que quizás dé lugar al paraje por ser donde el ganado de pasto acudía a moscar en los cálidos días de verano y al río para beber. En la Guerra Civil protegió en sus entrañas se resguardaban los vecinos de Parres y de la Pereda de los bombardeos, que preparaban la batalla de El Mazucu como se la conoce en el Alto de la Tornería, la más dura de las sufridas en la zona Norte.
Dejamos la fuente, no antes de refrescarnos con las aguas del manantial, cerca de los depósitos del prado vecino, donde se ven bien a las claras la construcción cementada. Esta agua, con toda seguridad, resurgente de la que proveniente de la Arenal, tiene todos los visos de ser de nuevo encauzada para el calce de otro molino en Requexu, frente a la casa de Lucía, y que dejé para este momento la explicación. Seguimos la carretera hasta las camperas de Santa Marina. Se puede divisar la capilla entre los ramajes de viejos castaños de indias, unas encinas, posiblemente testigos de algunos siglos atrás. Volveremos aquí, pero antes hemos de tomar el camino de la izquierda en dirección al monte porque llegaremos por él casi al naciente de las aguas de nuestro río principal con el que comenzamos en Llanes la ruta. Digo principal porque es su cauce el único que tiene caudal continuo en todo el año. A poco de dejar la carretera se le unían a él las aguas del alto La Lisar, Salto Clara, El Coz, La Fuente la O y Fuente los Vaqueros, acumulando en su sinuoso cauce las aguas de otros manantiales menores atravesando así La Retuerta, Los Carriles, Mataoveyas y Santa Marina, lo que le haría ser el cauce principal, pero en época de estiaje, las aguas desaparecen por completo en el fondo kárstico.
Nuevas casas rehabilitadas en sitios de la Puntiga y un camino ascendente, cubierto de arena nos acerca a nuestra meta, el primer molino que funcionaba con las aguas del río La Arenal que cubrió durante su larga historia geológica, con una espesa capa de sílice el valle por el que discurre. Hasta estos parajes de La Arenal venían a por piedras de arenisca poco consolidadas, las “areneras”, que las llevaban a vender por las casas de la villa y en La Plaza de Mercaderes. Un recuerdos para Luquinas de Cue y Cionina de Bojes que las trasladaban con su viejo y sufrido burro. Son piedras de arena blanca y rosácea que se usaban para bruñir las chapas de hierro colado que hacían de cimeras de las cocinas llamadas “económicas” por usar tanto el escaso carbón, la turba y la leña de los montes. Las aguas extremadamente frías de La Arenal brotan debajo el Picón de los Riucos, posiblemente provenientes del corazón de la Cordillera del Cuera, o de sus escorrentías llevadas a La Olla del valle Viango, surtían de agua a los depósitos desde los que se suministraba el agua al pueblo de Parres. Si nos situamos en el camino dándole la espalda, encontraremos el calce del agua y los restos del molino de La Arenal de Rosario Noriega, vecina de Parres en el barrio Tamés, dueña también de la finca de los depósitos en la que se pueden ver la casa y cuadras de La Arenal, deshabitada desde los años sesenta.
Luis Santoveña, vecino de Vibaño había venido a trabajar como molinero a la Arenal. A la vez que atendía el molino labraba preciosas madreñas o trataba con acierto las dislocaciones de huesos de quienes acudían a él. No había atención de urgencias, pero sí gente con ese don especial enseñado de padres a hijos. Como Luisón, nombre que recibía por su gran fortaleza y buen corazón como otras personas que atendían de manera desinteresada a quienes confiaban a ellos sus dolencias.
Luis se casó con Carmen Gutiérrez, hija de María la Grilla y hermana de: Vitorina, María, Milia y Félix el Grillu (bisabuelo paterno). Tuvieron tres hijos: Manuel el de La Vega Quintana de La Pereda, Felipe y Gavino que formaron familias en La Galguera. Los tres hijos ejercieron el oficio de madreñeros como su padre. Una vez cerrado el molino de la Arenal, Luis Santoveña administró el molino de Las Mestas.
Volvemos a la carretera hasta el campo de fútbol de Parres. La elevación que tiene hoy sobre la carretera se debe a los trabajos de desmonte de un cueto que había y de relleno, iniciados por los vecinos antes de la guerra y continuado unos años después de finalizada. El lugar del campo era un cotero de arenas blancas resultantes de la sedimentación del río que mencioné anteriormente. La fiesta se hacía en el robledal de Gregorio y Anita los del Palacio, que había a la izquierda del campo y que hoy es un prado llano heredad de la casa del Curru en el barrio La Casona de Parres, en el que antes de la existencia del campo de fútbol actual, se jugaba entre los árboles. Para los partidos en los que competía el equipo parragués contra otros pueblos, Gregorio y tía Anita del Palacio prestaban una finca llana y sin árboles al otro lado del camino que rodea la pequeña vega de Santa Marina y vendió a Fernando Gutiérrez González. 
          Mi padre me da la relación de jugadores del equipo de fútbol parragués que se enfrentaban a los de Porrúa, Poo y Cue donde tenían como fichaje al también célebre boxeador Esmel. En el “Parres” destacaban entre otros: su hermano, Jesús el de María la de Félix y Santos, Pandín y Pandón; su primo Paco el de tía Anita; Felipe, Camilo y Mon de Manuel y Melia; Ricardín; sus primos Ramón y José de Vallanu; Severino, Luis y Pancho de David; Fernando, más conocido como Guirni, hermano de Águeda, Aurelia, Lorencín... hasta once hermanos, la mayoría exiliados a Francia y Rusia cuando la guerra; Manolo Tamés; Juan y Ángel de Ursino. En la portería, Eusebio, de Kiko y la tía Malena que era además el encargado de mantener el balón, repararlo y coserlo si era preciso; aparte de su conocimiento de la lezna, Eusebio tenía habilidad para hacer estrofas con los acontecimientos y actividades más sonadas de la mocedad. Un hermoso plantel, todos ellos nacidos anteriormente al año 1918 y que sufrieron las consecuencias de la guerra civil fraticida.

Bajamos de Santa Marina”, como dice el cantar, pero bajando hasta Parres. A la derecha, hay un restaurante, La Casería de Santa Marina, en la finca de Manuel de Jacinto, que abre sus puertas a los clientes para disfrutar tanto de sus especialidades culinarias como de la tranquila y hermosa vista al Texéu. A la izquierda de la carretera queda la Casería de Modesta y bajamos hasta Trescoba para después subir por el Picu la Concha a dar vista al pueblo. 
En la bajada, a la derecha hay un camino que nos lleva de nuevo a La Pereda, junto al Bar La Roxa, después de atravesar el barrio de Corisco, perteneciente a Parres. Abajo a la derecha puede verse un valle cerrado y surcado por el juguetón Melendro que tras haberse escondido en El Bolugu, se deja ver para ir a mover la rodela del molino y vuelve a encovarse en Covarón para atravesar el cueto y aparecer de nuevo en Covarada, en Vallanu. 
Este molino fue construido por el tío Perico, padre de José, último molinero. Las muelas las trajo de otro molino de su propiedad cuyo asentamiento podemos identificar si seguimos una pista abierta hace unos años, junto a una columna de la luz, y bajamos por ella hasta el encuentro del agua en Covarada. Aún se pueden ver bien conservadas las paredes de la casa y cuadra del tío Perico y bajo la cueva se pueden ver los restos de construcción donde había instalado el molino trasladado por él hasta Corisco. 
Salimos en subida a lo alto donde están las casas del barrio de Vallanu por un sendero y torcemos a la derecha siguiendo el camino en bajada hasta la Calzada, tornando a la derecha. Dejamos el camino que a la derecha sigue hasta la Pereda y tomamos el central, pues el de la izquierda nos lleva a las últimas casas de Parres en Cuetupuñu. 
Atravesamos el río por un pequeño puente sobre el río Vallanu, que no es otro que el mismo Melendro, pues el mismo río recibe los nombres de los lugares que atraviesa hasta su desembocadura en Llanes donde se le aplica el nombre de Carrocedo. Si atravesamos por las paseras junto al puente el muro de la izquierda, seguimos por un sendero paralelo al río hasta tropezarnos con otras paseras en un muro alto tras el cual ya podemos ver el molino de Las Mestas, descrito y desde donde podemos caminar a la izquierda para salir a Pancar, La Carúa, La Portilla y Llanes en el Barrio del Cuetu y Cagalín, de donde partimos, o seguir a la derecha por el camino hasta la Palaciana, casi tomado por los avellanos que crecen en sus orillas y que es un acceso a Bolao, desde donde partimos este segundo tramo de ruta molinera y donde da fin esta guía.  Con posteridad a la primera publicación de este tema, descubrí con asombro otros restos de molinos que aprovechan las aguas de afluentes al Melendro. Uno de ellos se puede localizar cerca del molino de las Mestas, por un camino que parte por la derecha del túnel que suele cubrirse de agua y está por detrás de la finca de Tere y Pepito. Otro más, lo conocí cuando segaba con mi padre la finca de mi tío Saturnino. Había en la hondonada entre numerosas rocas los restos de una gran edificación cercana a un riachuelo que encueva con toda seguridad hasta el Melendro. El siguiente, se encuentra siguiendo el camino a la izquierda de la finca de la Polla, hacía la fuente de la O, en una finca que queda por debajo del camino, pero nadie me dio referencias de su dueño ni tan siquiera el nombre de la finca o dueño o dueño. Por dar explicación aquí sobre el origen del término Melendro, que ya expliqué en otra entrada, diré que proviene del término Melandru, Meles meles, nombre científico, referido al tasugu, que se esconde cuando se ve acorralado. Curiosamente en nuestra llingua se llama tasugu a la persona que se oculta por timidez. Estoy seguro de que puede haber más. Los molinos, por una legislación pasada, fueron adjudicados a la iglesia, por lo que el molinero, de la maquila que tomaba de cada molienda que le llevábamos lo vendía a los comercios y un diezmo de ese dinero iba a las arcas de la vicaría. En las aldeas perdidas por las agrestes tierras alejadas de la capital del concejo, los párrocos se encargaban de recoger esos diezmos y tenían poder de adjudicar el molino a otra familia cuando la anterior no podía seguir con él.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Escuela de Parres, 1926. (Quintas del 36 a la 41).


"NIÑOS DE LA GUERRA"

Esta es, prácticamente, la lista del conjunto de alumnos de la Escuela de Parres, de quienes doy las referencias familiares, aportadas por mi padre, Santiago González Gutiérrez, “Taro” (nº24).
Esta foto nos la trajo Marcelino Sánchez Junco (nº 19), un año por la fiesta de Santa Marina. Vino por primera vez, desde el exilio francés, donde había militado en el Maquissard, de la resistencia antifranquista, al otro lado de los Pirineos. Más conocido aquí el grupo como el de los “Maquis”.
En esta foto faltan algunos niños que no habrían acudido al aula, bien sea por hacer el pastoreo de los rebaños de ovejas y vacas, actividad que se les solían encargar desde bien pequeños, en algunos casos, por enfermedad o por estar en ese momento por el huerto de la escuela.
El año del nacimiento de los veintinueve alumnos de la foto, está entre el año 1914 y el 1920, o como se solían catalogar en cuanto al servicio militar al que debían servir, llegada la mayoría de edad, desde la "Quinta del 35´" a la "Quinta del 42´".
Incluyo también los nombres de sus padres y hermanos en el orden de nacimiento dentro.
1ª Fila (superior)
1.- Fidel Sánchez Amieva, era el cuarto hijo de los siete que tuvo Josefa Amieva Cué, “Pepa la de Meré” que vinieron a vivir, una vez viuda, a la casa del tíu Marquinos, lo que hoy se conoce como la casa de Oliva Parres, en la Vega los Romeros. (Q.37')
[Hermanos: Rafaela, “Faela”, Benita, Ramón, Fidel, Pedro, “Cacho”, Nati y José, “Joselito”. [Se crió con ellos Jaime, hijo de Benita]
2.- Ramón Junco Fernández, apodado “El Guaje” por haber vivido en la cuenca minera con sus padres, Mariano Junco, “El Rápido”, y María Fernández, hija de la tía Adela. Vinieron a vivir en una casa que había en el huerto perteneciente a la casa de Benigna y Ramón, padres de don D. Ramón Sobrino de la Vega, “Monchu”, en el barrio de La Casona. (Q.37)
[Hermanos: Ramón, Conchita, Daniel, ...]
3.- Ángel Castro Pérez, “Castro”, de Ruperto y de Segunda, y criado por su abuela en Cuetupuñu. (Q.37)
4.- Manuel Fernández Sobrino, “Rúa”, hijo de Florentina Sobrino Tamés, de Porrúa y de David Fernández, (hijo de tía Fausta del barrio de La Concha) (Q.37´)
5.- Antonio Sobrino Noriega, “Plus”, hijo de Wenceslao Sobrino y Modesta Noriega del barrio de Pedrujerrín. (Q.38´)
[Hermana: Modestina, “La Sacristana”, Tino y Antonio]
6.- Pedro Gómez Pando, apodado como “Corta el viento”, por la canción “Mi jaca” que estaba de moda, era vecino de la casa La Tinuta, en el barrio de La Campa. Marchó de camarero a Madrid. (Q.38´)
[Hermanos: Sidro, Carmen, José Ramón, “Pandón, José Antonio, “Pandín”, Pedro y Francisco]
7.- Miguel Ángel Junco Pérez, más conocido como “Milín” diminutivo con que le llamaban sus padres, Ángel Junco Romano y María Jesusa Pérez Romano, vecinos del barrio La Concha. Sirvió con La República. (Q.38´)
[Hermanos: Manuel, “Hacha”, Miguel Ángel y Avelino, “Chato”]
8.- Jesús González Gutiérrez, primero de los diez hijos de Santos González Cué y María Gutiérrez González, “María la de Félix”. Con el ejército de la República lo licenciaron por causa de la vista, pero al entrar los nacionales lo llevaron obligado a un Batallón de Trabajadores en Valencia y Alicante. (Q.38´)
[Hermanos: Jesús, Santiago, “Taro”, Eduardo, Ramón, “Puertas”, Francisco, “Paco”, Piadosa, Hilda, Saturno, Félix y José, “Pepón”]
9.- Severino Sánchez de la Vega, undécimo hijo de los doce que tuvieron David “de Cospechu” y Teresa de la Vega en el barrio de Tamés. Se fue voluntario con la República y regresó herido. Marchó voluntario a terminar el servicio obligatorio de minero en el pozo “Mosquitera” de Carbayín. (Q.37´)
[Hermanos: Candita, Daniel, Santiago, Carolina, Ramón, Pancho, Herminia, Manuel, Luis, Severino y Tere]
10.- Maximiliano Cerezo González, “Xili”, noveno hijo de los once que tuvieron “tía Lola” González Cué y Damián Cerezo, “Pío”, del barrio de Tresierra. Por estar enfermo, cumplió el servicio militar como Guarnicionero. (Q.38´)
[Hermanos: Juan Antonio, María, Gregorio, “Tejero, Manuel, Eduardo, “Lleña, Carolina, Julia, Santos, Maximiliano, Pedro y Jesús]
11.- José Manuel Fernández Arenas, “Seíno”, hijo de Máximo Fernández, “El tíu Máximo” y la tía Marina Arenas de La Veguca, en La Caleyona. (Q.36)
[Hermanos: Concha, Martín y José]
12.- Enrique Sobrino Mier hijo de Manuel Sobrino, “Lima” y Esperanza Mier, del barrio de Sabugosa. (Q.37´)
13.- Pedro Sánchez Amieva, apodado “Cacho”, quinto hijo de Josefa Amieva Cué, “Pepa la de Meré”, de la Vega los Romeros. (Q.41´)
[Hermanos: Rafaela, “Faela, Benita, Ramón, Fidel, Pedro, “Cacho, Nati y José, “Joselito. Se crió con ellos Jaime, hijo de Benita]
14.- Pedro Cerezo González, décimo hijo de los once que tuvieron Damián Cerezo y Lola González Cué, del barrio Tresierra. Se fue voluntario con la División Azul. (Q.41´)
[Hermanos: Juan Antonio, María, Gregorio, “Tejero”, Manuel, Eduardo, “Lleña”, Carolina, Julia, Santos, Maximiliano, “Xili”, Pedro y Jesús, “Chucho”]
15.- Santos Cerezo González, octavo hijo de Lola González Cué y Damían Cerezo, del barrio de Tresierra. Murió en el frente de Oviedo, defendiendo La República. (Q.37´)
[Hermanos: Juan Antonio, María, Gregorio, “Tejero”, Manuel, Eduardo, “Lleña”, Carolina, Julia, Santos, Maximiliano, “Xili”, Pedro y Jesús, “Chucho”]
16.- Wences Sobrino Junco, hijo de Concha Sobrino, nacido en el barrio La Caleyona y casado con Concha Fernández Arenas, de la casa de La Veguca. Hizo el servicio militar con la República. (Q.36´)
2ª fila
17.-Santos Junco Noriega, hijo de Juanito Junco y de Socorro Noriega González, nacido en el barrio de Tamés. Sirvió en Caballería en Valladolid y regresó enfermo a casa sin acabar el servicio militar. (Q.41')
[Hermanos: Mª Jesús, Santos, Antonio, “Tonio”, Modestina y Narciso, “Chicho”]
18.- Ángel Vidal Sotres hijo de Tanis del barrio de Don Diego. Era primo de Ramón Vidal Sotres, “Pilón”. No hizo el servicio militar por estar enfermo. (Q.41´)
[Hermanos: Manuel, Lola y Ángel]
19.- Marcelino Sánchez Junco, conocido como “El Rubio”, hijo de Consuelo “la Rubia”, hija a su vez de la tía Dominica en la casa del barrio El Colláu. Se fue voluntario con la República y cuando acabó la guerra se exilió en Francia, donde apoyó al grupo de resistencia tras los Pirineos y posteriormente tuvo que ingeniárselas para que los franceses no lo llevasen a los campos de concentración donde tantos republicanos acabaron sus vidas. Abiertas las fronteras de España, regresó de visita a la familia de sus primos de Tamés. (Q.40´)
20.- Luis Sánchez de la Vega, décimo hijo de los doce que tuvieron David Sánchez de Cospechu y Teresa de la Vega, nacido en el barrio de Tamés. Fue voluntario con la República, por lo que estuvo escondido un tiempo con la entrada de los nacionales en el desván y que gracias a la bien reconocida simpatía a la rebelión militar de su padrino de pila, pasó desapercibido el tiempo que las tropas estuvieron por el pueblo. (Q.36´)
[Hermanos: Candita, Daniel, Santiago, Carolina, Ramón, Pancho, Herminia, Manuel, Luis, Severino y Tere]
21.- Salvador García Noriega, hijo de Antonio, mecánico y chófer de la familia Escandón que tuvo un taller en la calle la Concepción y de Francisca la de la tía Tomasa, hermana de Modesta. (Q.37´)
[Hermanos: Conchita y Salvador]
22.- Manuel Mijares Galguera, hijo de Fernando y de Rosa, y criado por su tía Marica Mijares, del barrio de Tamés. Tuvo que ir obligado a la Legión. (Q. 35´)
[Hermanos: Manuel, Ángel y Fernando]
23.- Juan Gutiérrez González, hijo de Pepa González Cué y de Félix Gutiérrez de la Vega. Murió en el frente de Bilbao, voluntario con La República. (Q.37´)
[Hermanos: María Jesús Martina, Eduardo, Saturno, Ramón, Gloria y Francisco, “Paco”; Fernando, “El Grillu”]
3ª fila
24.- Santiago González Gutiérrez, “Taro”, segundo hijo de Santos González Cué y de María Gutiérrez González, nacido en el barrio de Pedrujerrín. Requisado por las tropas nacionales, junto con otros vecinos para bajar muertos del frente La Tornería, sin cumplir los dieciocho años. Fue mandado al campo de concentración “La Vidriera” de Avilés donde permaneció preso hasta que fue avalado por D. José María Fernández, el último maestro que le dio clases en la escuela de Parres, sin que nadie se lo hubiese solicitado, a consecuencia de lo cual, fue enviado al frente con dieciocho años y acabada la guerra a permanecer un total de seis años y medio de servicio militar. (Q.40´)
[Hermanos: Jesús, Santiago, Eduardo, Ramón, “Puertas”, Francisco, “Paco”, Piadosa, Hilda, Saturno, Félix y José, “Pepón”]
25.- Antonio Sobrino Gutiérrez, “Tonín de la Covaya”, hijo de Antonio Sobrino Arenas y de Isaura Gutiérrez de la Vega, “La Melliza”. Marchó voluntario a la guerra donde murió. (Q.40´)
26.- Juan Luis González y González, hijo de José González Cué y de Ana González Mendoza, “Anita la del Maestru”. Murió en el frente del Ebro. Su hermano Francisco vino a estar con los padres unos días para darles consuelo. Al poco tiempo de regresar al acuartelamiento, una bomba acabó también con su vida. (Q.40´)
[Hermanos: Francisco, “Paco”, Felisa, Juan Luis, Ángel, “Óscar”, y Eduardo, “Pachu”]
27.- Ángel González y González, más conocido como “Óscar”, hijo de José González Cué y de Ana González Mendoza, “Anita la del Maestru”, hermano del anterior. Perdió la vida en el campanario, al explotar los cohetes, el día de la Sacramental.. (Q.42´)
[Hermanos: Francisco, “Paco”, Felisa, Juan Luis, Ángel y Eduardo, “Pachu”]
28.- Rogelio Fernández González, hijo de Aurora González Berbes, “Aurora la de los Carriles” y de Manuel Fernández, “Manuel de Jacinto”, de la Casería Santa Marina. (Q.38´)
[Hermanos: Rogelio, Josefa, Sarita, Carmen, Manuel, Jacinto y Genaro]
29.- Juan Fernández Gutiérrez, “Juanín de Vitorina”, hijo de Juan Fernández Quiroga, “Juanito el Gallegu” y de Vitorina Gutiérrez Santoveña, del barrio del Colláu. (Q.37´)
[Hermanos: Marcial, Fernando, “Venas”, Teresa, Lisa, (Ester, ¿...?), Isaura, “Visu”, Juan, Mónica, Gregoria, “Goyu”, Lola, y Fifi]


Esta nota refleja a las claras los sufrimientos producidos con el paso de la guerra por las callejas y verdes praderas del pueblo de Parres, rompiendo la calma de la aldea a la que algunos nunca más regresaron y en el corazón de sus padres que los perdieron para siempre.
Eran gente humilde, basta con fijarse en sus vestimentas, en contraste, en cambio, con la alegría reflejada en sus caras de niños, quizás algunos, extrañados por la acción de la cámara que los inmortalizó para nosotros. Aún en el año 1926, aproximadamente, de la toma de la foto, no se les pasaba por la imaginación lo que la vida les depararía de tragedia, llegada diez años después a caballo con “El Quinto Jinete”.

Sirva de homenaje a todos ellos pasado el tiempo, sin odios, sin rencores, pero sin olvido pues dieron su vida por su ideal. Forman parte de la Historia de esta España, aunque no haya lápida que lo recuerde, ni tierra para alguno de ellos donde descansen por siempre. 

sábado, 19 de agosto de 2017

"Apeos del pueblo de Parres


“A 7 de marzo de 1713, presentes Juan González de Cotariello de cincuenta y ocho años, Pedro Gutiérrez de cincuenta y ocho y Marcos de Arenas de ochenta años vecinos del lugar de Parres de este concejo y de los más ancianos en su parroquial (I) de Santa María Magdalena de dicho lugar; y dijeron que dicha parroquial de Parres y la parte de el Vendaval confina y tiene sus términos con la parroquial de Porrúa que dicen la Cotera Bermeja y al Collado de los Diez, y al Cueto de La Collada y al Hoyo de Fuentes y al Cueto de Las Melendreras, al Hoyo de Garandiella, y al Cueto de Mazacarabia; y por la parte de el Sur confina y tiene sus términos hasta el canto El Cuera, y hasta la jurisdicción de Peñamellera y Cabrales: aguas vertientes a Peñamellera y Cabrales; y por la parte de el Nordeste confina y tiene sus términos con el lugar de La Pereda, en el río Gijón, en donde están Las Pisas, a la cueva de El Pindal, y a la cabeza de Turbina; y por la parte de el Norte confina y tiene sus términos con el lugar de Póo y lugar de Pancar y La Carúa que es el camino de las feriadas al Calero de Arduengo, y a la portilla de Collamera. Y declararon: que dentro de dichos términos por la parte de el Sur, hasta confinar con la jurisdicción de Peñamellera y Cabrales hay vallados, cuetos, cuestas y montes bravos por plantar que es término común y propio de los vecinos de dicha parroquia y otros de esta jurisdicción, en virtud de dicha donación y privilegio, que sirve para el pasto, sustento y alimento de los ganados mayores y menores; y que en dichos montes hay muchos prados , casas de ganado y cabañas para pastores que cuidan dichos ganados; y dichas casas y prados propios de diferentes vecinos de esta jurisdicción, los cuales siempre se los ha visto gozar y gozan de inmemorial tiempo a esta parte; y que así mismo a la parte de el Sur de dicho lugar de Parres hay la Granda que llaman de El Toral, que serán cuatro días de bueyes poco más o menos, por cerrar y por plantar; y así mismo por la parte de el Sur de dicho lugar de Parres hay otra Cotera que llaman de La Banza, que serán seis días de bueyes poco más o menos por plantar y cerrar; y por otra Granda cerca de las referidas, que llaman el Tendijón, que serán cuatro días de bueyes, poco más o menos por plantar y cerrar; unas y otras de tierra bravía y por agricultar, que unas y otras son comunes a los vecinos de dicha parroquia y más de este Concejo, en virtud de dicha donación. Y que asimismo saben por haberlo visto que Domingo Sánchez vecino de el lugar de Pancar se entrometió a hacer una cabada que será medio día de bueyes poco más o menos en el Cueto de Arbasendes, siendo término común de los vecinos de dicho lugar y parroquia de Parres, y que hará de esto cinco años poco más o menos. Y que asimismo en el Cueto de Arbasendes hay otras dos o tres cabadas, que no conocen a los dueñas de ellas, siendo dicho término común propio de los vecinos de dicha parroquia de Parres y más de esta jurisdicción en virtud de dicho privilegio y donación; y que no saben ni tienen noticia de que otro particular alguno poderoso posea ni se haya entrometido a poseer otra cosa alguna que se incluya dentro de los términos de dicha parroquia, y que no tienen noticia de otros términos realengos, ni baldíos ni comunes más que lo que llevan referido; y que todo es la verdad, etc.” (Págs. 340, 341 y 342)

(Es una copia del original)

Recogido en los "Apuntes históricos, genealógicos y biográficos de "Llanes y sus hombres"
por Manuel García Mijares (1893)




domingo, 16 de octubre de 2016

Parres de Llanes

(Del libro "Refugios de piedra") En este enlace puedes bajar el  [archivo.pdf ]






Los pueblos se forman de barrios, que son a su vez la sede de distintas familias. Hay barrios en los que predomina un determinado linaje, un apellido, como si hubiera habido un asentamiento primario del que hayan eclosionado un racimo de familias. Pero, aunque no sea así, en los barrios, por lo general, se siente la familiaridad más que la vecindad, demostrada día a día cuando se necesitaban unos de otros para socorrerse en la desventura, la enfermedad o en el trabajo: caso de la siega, la siembra, el sallo, la esbilla, la esfoyaza o el mataciu.
En estas páginas se detallan las casas existentes desde finales del S. XIX hasta principios del S. XXI, aunque, por desconocimiento más que por falta de interés, algunas casas de construcción reciente no se recogen por carecer de datos exactos de sus propietarios o usuarios.
Tiene un valor sentimental más que documental para quienes las conocimos. En el tiempo que va desde el inicio de este proyecto, enero de 2009, fui corrigiendo cuantos errores detecté, aportando nuevos datos que me dan los lectores. Estoy seguro de que cada uno encontrará más en lo que concierne a su propia familia.
Va dedicado con todo mi respeto a la memoria de quienes cito en sus “Refugios de piedra”, barrio por barrio en el conjunto del pueblo de Parres.
Sigo un orden geográfico iniciado en el barrio en que nací, me crié y eduqué, arropado por el cariño y el afecto de la gran familia que fue  para mí cada uno de nuestros vecinos.
En los pueblos, las casas suelen llevar el nombre de sus moradores o de quienes las mandaron construir. Los apelativos o motes con que se les conocía los transcribo “entrecomillados”, pero están libres de algún sentido peyorativo. Sirven para distinguir personas con el mismo nombre, otras veces se apoyan en  alguna particularidad física, anatómica, o de carácter sin que suponga alguna intención peyorativa, discriminatoria. Los términos “tiu” o “tía” no tienen significado familiar; se aplicaban a personas de cierta edad, algo más jóvenes de lo que yo pensaba de niño, porque la esperanza de vida era más corta y con ellos se expresaba respeto, familiaridad o cercanía en el trato. No todos se hacían merecedores de tal tratamiento en los pueblos.
El pueblo de Parres se extiende de Levante a Poniente en una franja aproximada de dos kilómetros, por la cima de un plegamiento calcáreo que separa un fértil y extenso valle al Norte del abrupto paisaje rocoso al Sur, conformado por numeroso cuetos y pequeñas brañas de pastos entre ellos que en épocas de más población eran cultivables en su mayoría o de pastos y sembrados para alimento de los humanos y de la ganadería bovina, ya que el resto, ya sea del ovino como del caprino pastaba en rebaños por las brañas y bosques hasta superar el cordal del Texéu, llegando a las alturas del Cuera donde tiene marcados los límites Parres con otros pueblos pueblos del concejo de Cabrales. Abundan también los Jogos y profundas torcas que se comunican entre sí y múltiples manantiales del cercano monte que ceden sus aguas al río Melendru que las entrega al mar. La roca caliza sobre la que se asienta el pueblo generó numerosas cavidades,  con señales de haber sido refugios de piedra habitados desde la Prehistoria, como es el caso de El Covarón y Las Herrerías y otras más que estoy seguro que aparecerán, que también fueron refugios en períodos bélicos  bastante más recientes: Covajornu, Santa Marina, Trescoba, Cuetu la Mina, Taravirón y Covarón; Covarada,  La Calzada, Moscadoria, Rabugandín, y un largo etcétera. Asciende de cota con suavidad, hasta la Mañanga y después bruscamente alcanza en el alto del Texéu la cota 700 m. para pasar en suave pendiente a la de 500 m. en la llosa Viango y volver a ascender en brusca pendiente hasta llegar a la cima del Cuera donde tiene el pueblo de Parres sus límites el pueblo con los concejos de Cabrales y Peñamellera Alta.  

Los números que aparecen así [junto a las viviendas] están sacados del Censo de Población de 1924 por mi vecina de La Caleyona, Rosa Mª Ibarlucea Sobrino, dedicada a los aspectos genealógicos del pueblo en un valioso estudio que  generosamente me aportó.

Si estos datos tienen algún mérito, como me dijeron algunas personas, se debe a la ayuda de mi padre y mi madre nacidos respectivamente en 1919 y 1925 con lo que me aseguré una buena perspectiva del pasado siglo XX, tanto por lo que ellos conocieron como por lo que escucharon a mis abuelos nacidos a finales del siglo XIX, Santos González Cué y María Gutiérrez González, de La Casona como Marcos Noriega González y Araceli Sobrino Tamés, vecinos de Tamés, desde principios del XX. En cada revisión que hice fui añadiendo nuevos detalles y datos. Sé que hay edificaciones modernas de las que no doy detalle por carecer de datos fiables.

Fueron diversas las personas a las que consulté para sus datos familiares. Importantes colaboraciones fueron las de Angelines Noriega Quintana, Ana Luisa González Noriega y Ana Sordo Quintana en lo que respecta a los extensos datos familiares y de su barrio. Mis tíos Teresina Noriega Sobrino y Joaquín González Romano; mis vecinos Rosi Sobrino Arenas, Monchu Noriega Romano y Beli Romano Gutiérrez.
Otra colaboración que tuve, en lo relacionado a los apellidos perdidos y líneas familiares fue la de mi vecina Rosa María López Sobrino Arenas Ibarlucea, estudiosa infatigable en archivos y documentos, que me aportó los apuntes precisos del complejo árbol genealógico de mis apellidos González-Noriega; Gutiérrez-Sobrino, Cue, Tamés, en una maraña que nos sitúa en los inicios del siglo XVIII.
Algo que me quedó bien claro al hacer este trabajo es el porqué en los pueblos pequeños y en las aldeas todos se sientan familia. 

OFICIOS

1.-LECHEROS Y LECHERÍAS

Siendo el principal recurso de vida en los pueblos la actividad ganadera y agrícola, es de esperar que los principales oficios atiendan este sector como principal medio de subsistencia.

En la Pereda donde vivía, Jesús González Mendoza, hermano de mi bisabuela Piedad, puso una desnatadora en la que los clientes que le llevaban la leche, debían esperar a que se desnatara, si querían regresar a casa con el suero sobrante, pues lo utilizaban en la alimentación de los cerdos.

En la calle El Llegar de Llanes, había otra desnatadora propiedad de Paco Saro, que tenía también su propia ganadería en La Carúa. También devolvía el suero a los clientes que lo querían aprovechar. 

Por aquel entonces, primer tercio del siglo XX, las empresas lecheras la recogían en el pueblo y la pagaban a 15 céntimos el litro, como era el caso de una empresa de Santander, “Robles”, por lo que todo el mundo comenzó a bajarla a Llanes, pues en la desnatadora la pagaban casi el triple, 40 céntimos el litro, para ser más concretos.

Don Bernardino Noriega Tamés, hombre concienciado con esta situación en la que vivían sus convecinos, adquirió un carro y caballo y lo destinó a transportar la leche de todos y pagaba el sueldo a Ramón Tamés Sotres para que la llevara mañana y tarde hasta Llanes. El punto de entrega de la leche se hacía bajo el corredor de la Casona que era de su propiedad. La leche que producía en su establo, la bajaba en bidones hasta la estación F. C. de Económicos, con destino a Oviedo. Tenía una gran producción lechera con las vacas que había importado de Holanda.

La Granja Poch, empresa lechera abierta por la familia catalana Poch en San Fernando de Henares de Madrid en 1916 se traslada a Torrelavega, centro geográfico de un entorno rico en la producción ganadera y envía su leche por tren para su venta en la capital de Madrid. Aproximadamente un lustro después, comenzó a pasteurizar su leche, innovación que supuso un avance en la conservación de un producto básico tan importante en la alimentación. En 1933 se constituyó como sociedad anónima con otra empresa de nombre “Nestlé”, en la que la familia Poch conservó el 51% , frente a Nestlé que tenía el 49%. Este acuerdo motivó un crecimiento muy grande llegando a mover 20.000 litros diarios antes de la guerra. Adicionalmente, el acuerdo supuso reducir el precio de recogida a los ganaderos ya que con la fusión, despareció la competencia entre las dos firmas: La Granja Poch se quedaría con las comarcas más occidentales, con lo que le permitió dar el salto a Asturias, en tanto que Nestlé conservaría las comarcas orientales. Además les permitió entrar en el floreciente negocio de los quesos. Así es como “La Granja Poch” recogía por los pueblos con un camión toda la leche que le entregaban; en Parres se le entregaba la leche debajo del corredor de la Casa del Curru, que entonces aún pertenecía como ya dije a D. Bernardino.

La central lechera “Sadi” tenía una fábrica de elaboración de quesos en el barrio San Antón de Llanes y de Porrúa, Parrres y Pancar, al menos, la recogía Felipe Concha “el Coxu” de Porrúa. En Parres tenía el punto de recogida en la tienda de Venancio Junco de La Concha y se encargaba de ello Joaquina Romano de La Caleyona. A Felipe Concha primeramente le ayudaba Ramón Noriega Bustillo, hijo de Wences y Serafina del Bar “El Rosal”, que lo repartía por las casas de Llanes a su clientela habitual, en tanto que Felipe la ven,día a los que venían a buscarla al carro aparcado en El Cotiellu. Más tarde, en ese barrio abrió Felipe un puesto de leche. Años después la recogía Lina Junco en el bajo de su casa en tanto que su hermana Fina Junco expendía el pan en la parte de arriba.  
Posteriormente, al dejar Ramón de ayudarle, Felipe contrató a José Gutiérrez Noriega, “Taruguín” y un tiempo después, al faltar Felipe, Pepe continuó con la tarea de llevarla a Llanes, mientras que  Lina Junco siguió encargada de recogerla.

Por aquel tiempo llegó Graciano Villar de la Pereda que fue haciéndose con los clientes, por la novedad de que ordeñaba las vacas si era preciso. El puesto de recogida lo puso en la curva, confluencia de los barrios de La Casona, Brañes y La Concha, verdadero centro neurálgico del pueblo, frente a la casa de Covadonga, donde se acababa de abrir la tienda y bar El Fresnu, propiedad de Otilia Haces y Nano Quintana. Con Graciano trabajaron varios ayudantes en la recogida de la leche y en el reparto por la villa entre los que hay que señalar a su segundo hijo, Raúl Villar, que lo modernizó con la adquisición de un moto carro, años después con una furgoneta ayudado por Toño el de San Roque. Posteriormente con un camión lo recogía Toño, el del “Trisqui”, que eran dueños de la tienda y bar en el sitio del Joyu`l agua de Puertas de Vidiago. También Raúl abrió una tienda de venta de leche en El Cotiellu que posteriormente trasladó a la Calle Mayor. Junto con la leche comercializó paja y alfalfa que traía de Castilla y León y abrió un almacén en la Pereda donde actualmente da trabajo a varios empleados y está regentada por sus dos hijos.
Otras empresas lecheras como Nestlé, Moráis, Clesa, Pas, Sam, Central Lechera Asturiana venían recogiéndola por los pueblos en bidones o en cisternas isotérmicas ya a partir de la década de los sesenta.

2.-PANADERÍAS

La panadería de “Noceda” tenía el obrador en la Plaza San Roque. Años después cambió de propiedad y pasó a ser Panadería Vega que llevó el obrador al barrio el Cotiellu.

La panadería de “Muñiz” estaba instalada frente a la plaza de la Iglesia Basílica. También comercializaban refrescos y ataúdes.

La panadería “Fonseca” abastecía a los pueblos por medio de repartidores. En Parres tenían ese cometido Treni Mendoza que lo iba a buscar a Llanes con el carro y caballo, perteneciente a la panadería. Su hermana Melia Mendoza, casada con Manuel Fernández y padres de Camilo, Felipe, Mon y Nano, lo expendía en una tienda abierta en el barrio de Coxiguero, en la casa que perteneció después a Nani Gutiérrez Rodríguez y que entonces era propiedad de los dueños de El Palaciu.

La panadería “Matías”, estaba en la Avenida de la Paz, atendida por José Matías. Tras fallecer fue continuada por su viuda, Doña María. La hija del matrimonio se casó con un oficial de panadería venido de Zamora a trabajar como empleado de la empresa. Desde entonces se conoció como panadería “Sousa” y en ella trabajaban todos los hijos. Lolo Sousa lo llevaba a los pueblos cada dos días en una furgoneta. Clemente Sobrino Sánchez, vecino de la Caleyona era uno de los repartidores que lo llevaba en una plataforma tirada por un caballo hasta Rales, Niembru, Barru, Celorio, etc.

Venancio Junco tenía un bar y tienda bajo su casa en el Barrio de la Concha. Su hijo Manuel “Junco” bajaba todos los días a buscar el pan para sus clientes a la panadería “Matías”. Sus hermanas Fina y Lina se encargaban de venderlo en la tienda junto con otros comestibles y bebidas.

3.-TIENDAS, BARES Y ESTANCOS


EL BAR DE CALVU

Mi bisabuelo paterno Félix Gutiérrez de la Vega, persona polifacética, pues era contratista de obra, de madera y carpintero, junto a su vivienda, en el barrio de Calvu, puso un bar que atendía su segunda mujer, Josefa González Cue, “Pepa”, hermana de mi abuelo Santos y servía comidas a los obreros y en general a quienes se acercasen al establecimiento con esa idea. Despachaba también aceite, alimentos, pan, sidra ellos mismos elaboraban y vino. Por las fiestas del pueblo, especialmente para la fiesta de Santa Marina, instalaba el puesto de sidra que llevaba en un carro de caballo junto con las mesas, sillas, mostrador, tablones para montar la bolera y los bolos y bolas que él mismo torneaba.

      LA TIENDA DE VENANCIO

En el bajo de la casona, vivienda de la familia Junco, tenía Venancio una tienda, en lo que más tarde se conocería como la casa de Varista. Después, al partir herencia los hermanos, la casa completa quedó para las dos hermanas de Venancio, las mellizas, Carmen y Pepa, “Las Mochuelas”. Este local, tiempo después que quedó libre, fue escuela de niñas cuando se reformaba y agrandó la primitiva escuela con dos aulas para niños y niñas, en el barrio de Brañes, por el año 1924, tal como son ahora.
Venancio llevó la tienda a los bajos de otra casa que compró en el mismo barrio, en la que en ese momento vivían Perico Quintana y Consuelo antes de irse a vivir en la casa de Pinaza junto al barrio de Tresierra.

EL ESTANCU

En otro de los bajos de la misma casa que la tienda anterior, las dos hermanas mellizas, “Las Estanqueras” tenían la matrícula para la venta de tabacos además de chigre y tienda.
Cuando dejaron de atenderlo las hermanas les  compraron el traspaso Serafina Bustillo Varela y Wences Noriega González, hermano de mi abuelo materno Marcos.

      EL CHISPÚN

Fue abierto por Isabel Cabrera Mendoza, “La Chispunera”, en el barrio de Brañes. Primeramente tenía un puesto de libretas, lápices y otros pocos materiales de los que entonces se usaban en la escuela y caramelos, en el barrio de Coxiguero en la casa que fue de doña Paca, la hermana de doña Lola. Más tarde esta casa pasó a propiedad de Manuel González Berbes, “Carriles” y Fernanda Romano Mendoza.
Lo inauguró Isabel, casada con José González Romano, “El Chispuneru” y junto con sus hijos, Paco, Lelé y Sefu atendieron el bar y la tienda hasta su jubilación. Su hija Lelé González Cabrera, casada con Atanasio González Romano, lo trasladó al barrio de La Pimiella, con el nombre de “Chispún II”. En esta nueva etapa del Chispún, lo mismo que en el primitivo establecimiento, se daban comidas a los obreros de la construcción, de la madera y de la cantera que llegaban al pueblo.

EL ROSAL

Era la casa de Ramón Bustillo. Cuando su hija Serafina Bustillo Varela se casó con Wences Noriega González abrieron el bar con la matrícula del "Estancu de la Concha". Mi padre, cuenta que de crío veía dentro del local, colgadas de las vigas, unas anillas para hacer gimnasia que se conservaron un tiempo aún siendo bar. Tras la muerte de sus padres, lo regentó su hijo Diego Noriega Bustillo; también fue alquilado por Pedro González Sobrino, un tiempo hasta el fallecimiento de Diego y cerró definitivamente sus puertas al público.

        LA ROXA

Jacinta Gutiérrez, “La Roxa” era hermana del tío Antón Gutiérrez, el molinero de Corisco y del tío Tomás Gutiérrez de la Pereda. Este bar está en este pueblo, pero en la ribera izquierda del río Xixón, que se considera frontera entre Parres y La Pereda, tenía este bar su bolera. Vivía con otra hermana, María Gutiérrez que era la que se encargaba de atender el ganado. Xacinta comerciaba con quesos que adquiría de los pastores del monte que se los llevaban para revenderlos o ponerlos en la mesa de los abundantes clientes que allí llegaban desde Llanes a merendar y escanciar sidra.

EL RECUESTU

Gloria y Mercedes Haces, eran dos hermanas que vendían, principalmente el pan que les subía el panadero, aceite y otros alimentos de la huerta y el campo.

El RESBALÓN

Ramón Gutiérrez Díaz y Regina Quintana Haces tuvieron abierto un bar en su casa del Campu'l Roble que no tuvo éxito alguno y, posteriormente, un puesto de venta de pan que atendía Regina.

LA GUAIRA

Fue una tienda abierta por Guillermo Fernández y Lola Fernández Gutiérrez en los bajos de la casa sita entre los barrios de La Concha y Calvu donde “Memo” tenía el taller de madreñas.

      EL FRESNU

Lo abrieron Fernando Quintaba Sotres y Otilia Haces Fernández en la casa de Covadonga, madre de Otilia. Pusieron a la venta comestibles. Como Nano trabajaba en el Ferrocarril Económicos, la tienda era atendida por Otilia, ayudada por Pepe Villanueva Quintana.“Caleyinos”, sobrino de Nano,  Como la clientela estaba repartida por la tienda de Venancio, El Rosal y El Chispún, quedó únicamente como bar y en ese género fue ganando adeptos, principalmente por la ubicación, en la confluencia de tres barrios, La Concha, La Casona y Brañes, junto a la carretera. Con la jubilación de los padres, el establecimiento fue regentado por Panchito, Moisés, Nanín y Elenita en periodos de tiempo que desconozco. Durante muchos años lo llevó el primero de todos venido de Venezuela a donde había emigrado de joven, Juan Roberto, ayudado por su hijo y hermana Elenita que, en la actualidad sigue regentándolo después de una amplia modificación. Es el único bar de Parres que perduró en el tiempo desde su inauguración.

      LA PEÑA
Este bar, ubicado entre el Colláu y la Bolera, se abre junto con una bolera, lo que hace pensar en que el nombre haga referencia al nombre que en el lenguaje bolístico reciben los equipos participantes en la liga de competiciones. La bolera está construida sobre una peña desde la que se tiene vista a todo el entorno.
Fue abierto por Fernando González Romano, “Nando el de la Peña”, madreñero, maderista, tornero de bolos y bolas y, además, gran jugador del bolo palma. Después de muchos años en los que el juego de bolos había decaído en el pueblo, a pesar de tener varias boleras y gran tradición bolística de grandes jugadores, la apertura de la bolera “La Peña” fue una ocasión de entusiasmo para los jugadores veteranos y para la nueva cantera que se adiestraron en esta nueva bolera.
El bar fue atendido por Fifi Fernández Gutiérrez con la ayuda también de sus hijos, Mari Sol y Luis Fernando González Fernández mientras estuvieron  en casa. El  bar se cerró junto con la bolera y “Nando el de la Peña” se dedicó a su oficio preferido de tornero para las boleras y madreñero.

        EL RANCHITO
Fue abierto por Félix Quintana Díaz y su esposa Encarnita, como ya se citó al hablar de los barrios.

4.- MÉDICOS

Ramón Sobrino de la Vega,  hijo de Ramón Sobrino Arenas y Benigna de la Vega, nacido en el barrio de La Casona como sus hermanos Dolores y Joaquín. Fallecido Quinín de muy niño y Loli en el bombardeo de los nacionales en la toma del pueblo. Fallecido su padre, Monchu se quedó al lado de su madre y cuando marchó a estudiar Medicina a la Facultad de la Universidad de Valladolid, se fueron juntos. Acabada la carrera de medicina en la especialidad de Cardiología y Pulmón, regresó a Llanes para instalar su primera consulta de la calle El Llegar, en la que instaló una cabina de Rayos X.
Ana Sobrino González, nacida en el barrio de Pedrujerrín, hija de Antonio Sobrino Noriega, “Plus” y Felisa González González. estudió en la escuela de Parres y en el Instituto de Llanes logrando un alto expediente académico que le dio acceso a la Facultad de Medicina de la Universidad de Oviedo, recientemente abierta por aquellos años.

5.- COMADRONAS Y PRACTICANTES DE MEDICINA

Llamo practicantes de medicina, nombre con que se denomina popularmente a los Auxiliares de Enfermería y se dedicaban a poner las inyecciones recetadas por los médicos. En primer lugar cito a Dª Concha del Valle los Romeros, persona muy culta, además de altruista.

MaríaJunco, la del Curru, de Pedrujerrín, la tía Segunda Haces Vega, de Sabugosa, Varista Gutiérrez, de La Concha, que pañó a mi hermano Santiaguín y Gaudiosa Nieda García, de Ropandiellu, ejercieron con acierto y sapiencia natural esta noble ayuda cuando todo el mundo venía al mundo en su propia casa ya que los hospitales estaban lejos y eran poco asequibles para la inmensa mayoría del pueblo.

Había otros vecinos hábiles en esta misión, entre ellos, Gregorio García Fresno “del Palacio” y Logia Díaz su esposa. Atendían de igual forma en poner inyecciones a las personas como en los partos y enfermedades de los animales. Ricardín Gómez Gutiérrez y especialmente su tía Araceli Gutiérrez, hija del tío Gaspar y de la tía Fulgencia, de Pedrujerrín, que aparte de hacer el cobro de las igualas médicas para el Dr. D. Antonio Celorio, iba por las casas a poner inyecciones. Ninguno de ellos cobraban dinero, lo que no quita que los favorecidos por sus atenciones les agradecieran su ayuda con algún tipo de servicio agrícola o con productos de la cosecha.

6.-MAESTROS

Juan González González,  uno de mis tatarabuelos, nacido en 1837 fue también Maestro en Parres. Se casó en segundas nupcias con Felisa Mendoza González, hermana de su primera mujer, con la que había tenido a su primogénito, Eduardo González Mendoza, cura de Camplengu. Los hijos habidos con Felisa fueron: Isidora González Mendoza, casada con el tiu Bartolo Gutiérrez, eran los abuelos de Ricardín, y de Hortensia la de Bolao; Anita Gonzalez Mendoza, “Anita la del Maestru” que se casó con José González Cué, hermano de mi abuelo Santos, padres de Felisa, Óscar, Juan Luis, Francisco, Eduardo; Jesús González Mendoza casado en la Pereda con Bondanza de la Fuente y fueron los padres de Santiago González de La Fuente, el abogado; Gloria y mi bisabuela Piedad González Mendoza, casada con Félix Fernando Gutiérrez de la Vega, “El Grillu”, padres de mi abuela María.
Recuerdo que cuando comencé los estudios de Magisterio, mi abuela María se alegró, porque había elegido la profesión de su abuelo. 
D. Amalio Penanes vino de maestro y se casó con María Galguera Noriega, prima de mi abuelo y vecinos míos y del barrio La Caleyona. Marchó como maestro a Ceceda y regresó tras su jubilación; me ayudaba con el latín de tercer curso del instituto.
Manuel Alonso, vino de maestro a Parres y se casó con Vicentina Gómez Sobrino. Vivieron en su casa del barrio de Brañes. Del matrimonio nacieron en este orden, Manolín Alonso Gómez, al que siempre agradeceré los primeros conocimientos aritméticos que me enseñó, antes de mi comienzo con siete años en la escuela pública de Parres, Jesús, Chenti, Elenita, Marigén y Mina. Emigró toda la familia a Venezuela a finales de la década de los '50.
Maruja Romano Fernández, del barrio de la Bolera, hija de Benito y Teresa, hizo la carrera de Magisterio y ejerció su docencia en distintas escuelas, de las que no llevo noticia.
 Que nadie lo tome como inmodestia, si me incluyo en esta lista de maestros como Ramón González Noriega, nacido en el barrio de La Caleyona, a cuya formación y profesión dediqué cuatro décadas.

Camilo Sobrino Romano, vecino del barrio de Calvu, hijo de Fernando Sobrino Gutiérrez y  Victoriana,"Ñeñe" Romano Fernández, después de los estudios de Primaria en la Escuela de Parres y posteriores Bachilleratos y COU en el Instituto de Llanes, hizo estudios universitarios en Ciencias Exactas, especialidad de Matemáticas, encontrándose en la actualidad como profesor de Instituto en la Comunidad Canaria.
Mª José Fernández Junco, hija de Camilo y de Elisa, estudió y se licenció en la Facultad de Química de la Universidad de Santiago. Ejerció en varios institutos como profesora antes de entrar a formar parte del claustro de profesores del I.E.S. de Llanes, donde ejerció la docencia, así como la secretaría y la dirección del mismo en distintas etapas, hasta que se jubiló.
Sé que hay muchos más profesionales de la enseñanza en Parres y muy a pesar mío no tengo todos los datos, como para no dejar atrás a nadie... bien que lo siento, pues me vienen nombres y nombres cuando corrijo este texto. De verdad. Seguramente que de los demás oficios me quedan muchos nombres en el teclado sin citar. 

7.-CARPINTEROS Y MADREÑEROS

Félix Fernando Gutiérrez de la Vega, Manuel el del Curru, tío José y tío Juaco González Cue fueron carpinteros y el hijo de éste último, Fernando González Romano, “Nando el de la Peña” fue tornero y madreñero. Guillermo Fernández, “Memo” tuvo su taller en los bajos de su casa del lugar conocido como La Guaira, entre los barrios de La Concha y Calvu.

8.-MOLINEROS

En el Molín de Corisco, el matrimonio José Gutiérrez Pérez y Leonor Martínez Pérez molían el maíz en el molino de una rueda, bajo el Covarón. El tío Antón Gutiérrez, padre de José, lo había montado allí con los elementos que había traído de otro molino que tenían primeramente en La Covarada, al otro lado del cuetu Las Cerezales por el que se esconde y aparece el río Melendro.

En el molino de las Mestas, trabajó primeramente en él Luis, “Luisón” Santoveña, padre de Manuel, “Manuelón”, vecino de la Pereda, Felipe, “Felipón” y Gabino Santoveña, vecinos de La Galguera. Había venido a Parres de molinero con Rosario Noriega en el molino que había en La Arenal, donde aún quedan restos de su ubicación. Después trabajó en él José Blanco, “José el Molineru”, hermano del tíu Gapito de La Pereda y su mujer María, natural de Cabrales. Tenía una bolera donde atendía a la clientela que se acercaba a merendar. Recogía el maíz por los pueblos de la zona y entregaba las moliendas a domicilio con un carro y caballo. En una de esas salidas, al regresar por la noche, cayó con el carro cerca del puente sobre el río Purón. Continuó en el molino María unos años más hasta que José Junco, “Pepe el Curru”, indiano de Parres, compró toda la hacienda incluido el molino y continuó con las labores, su cuñado, Camilo Fernández Mendoza casado con Elisa Junco. Después fue atendido un tiempo más por el primero de sus hijos, Pedro Fernández Junco, hasta que cerró sus puertas. Hoy se encuentra restaurado el edificio, pero si ser utilizado para lo que fue construido. Sin embargo, las cosas hay que decirlas como son y es que, aunque siempre fue considerado de Parres, al estar ubicado en territorio de Bolao, pertenece por ello al pueblo de La Galguera.

El molino de La Vega, a continuación del anterior, de cuya agua se abastece por un calce que la lleva hasta el edificio hoy totalmente en ruinas. Vivieron en él la familia compuesta por María, natural de Porrúa, hermana de “El Cosmeletu” y José, hijo de la tía Marica “La Torrina”, vecina del barrio Don Diego en Parres. Tuvieron cuatro hijos: María, José Ramón, “El Molineru”, que tuvo un taller de bicicletas en la calle de entrada a Llanes por El Cotiellu, y el último de los hermanos, Benigno “El Relojeru” que tenía el taller en el edificio que había sido Colegio de Las Mantillas, en la plaza Parres Sobrino y Pedro que fue el último de atenderlo.

9.-COSTURERAS y SASTRES

Fueron muchas las mujeres dedicadas a este oficio,  entre las que recuerdo especialmente a Mª Teresa Sánchez de la Vega, en el barrio de Tamés, donde acudían otras más, bien sea en su ayuda como para el aprendizaje y práctica del oficio. Mi vecina Rosi Sobrino Arenas del Barrio de La Caleyona que se dedicó a ese oficio muchos años y de cuyo sonido de la máquina me recuerdo aún desde mi más temprana edad y Mª Josefa Penanes Galguera. Quina y Lía de La Vega, en la casona de La Piniella, a donde acudía con mi madre para que me hicieran los primeros pantalones que recuerdo. En Pedrujerrín, Samuel Rodríguez, “El Sastre” casado con Toni Gutiérrez, ambos atendían la clientela y cosían para los encargos que les hacían en los Almacenes “La India” de Llanes. En el taller de Samuel comenzó como aprendiz y aprendió el oficio José Manuel Junco Junco.

10.-SEGADORES Y ROZADORES

Muy afamados para la siega de la hierba fueron los hermanos Agustín y Arturo Gutiérrez, oriundos de Cabrales, pero asentados en el pueblo de Parres. Santos Quintana, José González Romano, “El Chispuneru”, Lorenzo Junco, “el Mineru”, Paco González Romano y muchos más, cuya lista sería interminable, porque en la tarea del campo la siega es una labor imprescindible.
Cuando me dediqué con mi padre a la siega a jornal en dos temporadas estivales, al ajustar el tiempo que pudiera llevarnos una finca determinada, contábamos con la referencia del que habían empleado en su tiempo Agustín y Arturo.  Aunque era una labor que se consideraba más "propia" de varones, muchas mujeres segaban además de atender las casas, la prole y muchas actividades que por el contrario, se veían "impropias" de un hombre. Por recordar una de ellas, Modesta Junco González, hija del tío Pepe “Macetes”, vecina de la casería de Santa Marina, fue una buena segadora y usaba para el transporte la pareja de vacas con el carro. Sería prolijo extender la lista.

11.-TEJEROS

Los que mi padre me puede recordar son su tío Santiago González Cue, “Tiago el Sordu”, hijo de Pedro y Segunda de Calvu, marchó hasta Castilla para trabajar como tejero.
Uno de sus primos, hijo de Lola y Damián del barrio de Tresiera, Gregorio Cerezo González, “El Tejero”, también marchó a Castilla lo mismo que José Villaverde, “Caleyos” y Juan Quintana, hijo del tío Roque y de la tía Segunda. Cuando regresó a casa después de la larga temporada en la tejera, fue al encuentro de su padre en el bar donde solía echar habitualmente la partida los domingos. Cuando le preguntaron los vecinos qué tal le había ido, les contestó con orgullo les mostró las botas que había comprado con la soldada recibida. A lo cual, uno de los de la mesa, que usaba de buena guasa, le apostilló si eran “botes” o latas. Con este comentario se puede adivinar la miserable paga recibida por los guajes de la tejera que marchaban por Santu Medé y regresaban para San Miguel.
Otros más que se fueron de tamargos fueron Pandón y Felipe Fernández Mendoza, del barrio de Tresierrra, con la intención de comprar una lloquerada para la pareja de vacas del padre, Manuel el de Melia, que era carretero.

12.- CONSTRUCTORES, CANTEROS Y ALBAÑILES

Félix Fernando Gutiérrez de la Vega, “El Grillu”, como ya se expresó con anterioridad hacía contrata de construcción en las que intervenía además como carpintero ebanista en ventanas, puertas, corredores y galerías, mesas, camas, escaleras, etc y maderero para la provisión de las columnas, vigas y pontones de las techumbres.
Fernando Fernández Gutiérrez, del Colláu fue un buen cantero. Hubo muchos albañiles con la expansión del sector de la construcción como José Tudela Morodo, natural de Cué, pero vecino de La Veguca y Tomé Gutiérrez García del barrio del Cuetu y su hermano Ramón Gutiérrez García, “Tolino”, Francisco Sobrino Díaz, “Pancho el de Ignacio”, Ángel Junco CabreraJoaquín González Sobrino, "Quiné"... entre los más destacados y una lista considerable que tengo que dejar sin acabar.

13.-CARPINTEROS Y MADERISTAS

Mi bisabuelo Félix Fernando Gutiérrez de la Vega, “El Grillu”, aparte de carpintero y constructor, se dedicaba a la compra, tala y venta de madera que llevaba desde el bosque a los aserraderos o a la estación con sus carreteros.
Marcos Noriega González, mi abuelo materno, también se dedicó a la tala de bosques, con cuya madera suministraba a la serrería de Pancar o entregaba al embarque en el andén de la Estación, con su pareja de tiro.
José González Cue, era también carpintero como su padre y hermano. Su hijo Eduardo González González, “Pachu”, aparte de famoso campeón de bolos, trabajó de maderista hasta el accidente de camión que le dejó para el resto de su vida en silla de ruedas, lo que no le impidió realizar tareas de carpintería con las limitaciones propias de su estado físico.
Juaco González Cue, de Vallanu, tío de mi padre, aparte de trabajar la carpintería, se dedicó a la madera ayudado por sus hijos Marcelino y Manuel González Romano. Manuel fue el primer encargado de la Serrería de San José de Fernando Perela en Llanes. Después se trasladó a Arenas de Cabrales donde fue propietario de una serrería al lado del río Cares. Les siguieron en el oficio sus hermanos Pedro, “El de Vallanu” y Fernando, “Nando el de la Peña”, quien cerró la lista de maderistas junto con su compañero Fernando Sobrino Gutiérrez, “Pana”. del barrio de Calvu.
Los primeros maderistas usaban únicamente el tronzador y el hacha tradicionales.
Quizás los dos últimos tuvieron la oportunidad e conocer la moto sierra que les facilitó mucho el trabajo, así como las Carrocetas y “Uros” que sustituyeron a los carreteros y facilitaron con el uso de plumas y poleas la carga y descarga de la madera y la entrada en bosques que anteriormente no daban fácil acceso al carro de los bueyes. Muchos más vecinos se dedicaron eventualmente a este oficio, cuya lista sería bastante grande entre serrones y carreteros.

14.-FERROVIARIOS

En Llanes confluían los trenes pertenecientes a dos compañías distintas, “FF. Cantábricos” de Santander y “FF. Económicos” de Oviedo, nombres con que se conocían por aquel tiempo a las dos provincias limítrofes. Santos González Cue, mi abuelo paterno, conocido popularmente como “Santos de la Puerta”, trabajó con la empresa “Cantábricos” de Santander como revisor del paso por la puerta que dejaba acceso del público al andén. Los hermanos Santiago y Ramón Sánchez de la Vega  del barrio de Tamés, fueron maquinista de la empresa “Económicos” de Oviedo. Aurelio Junco Vega de Calvu y Jesús Gutiérrez, “Lirio”, de Las Mimosas, en la Pereda eran cargadores de carbón y encendedores de las máquinas de vapor en la Estación de Llanes. Santos Junco, “El Chaparru”, del barrio del Colláu, hermano de Juanito, hijo de la tía Dominica era guardagujas y trabajaba con la máquina de maniobras para formar las unidades que dejaba dispuestas para salir. Juan Bustillo, natural de La Pereda y casado con Isa González Romano, de Vallanu, trabajaba de Factor en la oficina de la Estación. Antonio Miguel Dosal, “El Peináu”, de Llanes, casado con Mª Luisa  Amieva Sánchez del barrio de Brañes, también fue factor. Cardí Gómez Fernández, hijo de Ricardín e Isaura Fernández, “Visu”, del barrio de Pedrujerrín, después de su formación en el Colegio de la Arquera, entró a trabajar en las oficinas llegando a ejercer como Jefe de Estación hasta su jubilación.

15.-MONDOGUERAS Y MATARIFES

María la del Curru, La tía Segunda, Lola de la tía Fausta eran además buenas cocineras y se encargaban como ésta última de preparar la comida en las bodas de mis tíos Jesús y Felicia, Piadosa y Pepe Luis, mis padres Taro y Finu y mi tíos Eduardo y Loles. María Gutiérrez González, mi abuela, María Sánchez Sotres, “María la del Vivo”, Gaudiosa Nieda García de Ropandiellu, lo mismo que las anteriores gozaban de sobrada fama de buenas cocineras y mondongueras.
Los matarifes eran las personas claves, ya que sin ellos no daba comienzo el matacíu. El éxito de un buen San Martín dependía de esos dos profesionales, del arte que tuvieran, de la destreza en descuartizar las carnes aprovechando bien la materia y llevado a cabo con la mayor pulcritud que se pudiera con los medios tan artesanales de que disponían.
Llegada la hora, los dueños ya tenían preparada una tarima y un buen montón de helechos secos para magostar la piel con el fin de depilarla por completo. También tenían previsto abundante agua en bañeras, cubos y bidones, cuando aún no existía la traída de agua por cañería de suministro. Se iba al río para lavar las tripas para embutir los chorizos.
El tío Juaco González Cué y con posteridad su hijo Joaquín González Romano, “Quini el de Vallanu” fueron de los mejores. También se dedicaron al oficio Marquinos Sánchez Noriega, de La Concha, Agustín Gutiérrez de D. Diego y Manuel López Ibarlucea, natural de Poo de Cabrales, casado con Rosi Sobrino Arenas del barrio la Caleyona.

16.-CARRETEROS Y ARADORES

Era común tener un carro con vacas que aún siendo para leche, domaban al yugo para tirar de él y hacer el transporte de verde, hierba o leña para la casa. Se puede citar como carreteros específicamente a los que se dedicaron al transporte por su cuenta y por cuenta ajena. Entre los primeros, fueron Manuel Fernández, “Manuel el de Melia”, hijo de la tía Marina, “La Jornera” que se dedicaba a carretar hierba, rozu, madera, piedra de las canteras y araba los campos a jornal siempre.
Fernando Fernández Gutiérrez, “Venas”, del Colláu, era carretero especialmente y araba los campos, aunque también se dedicaba a la cantería en la construcción de cuadras, cabañas y casas. Junto con Ricardo el de Tomás de la Pereda ajustaron para Manuel Amieva, “El Vivo” carretar la piedra desde las canteras hasta el punto de restauración a duro el porte de un metro cúbico desde las canteras de la Concha Jaces y el Carril ,en el tramo de Llanes a Santa Marina. Desde este punto al Alto la Tornería se usaría la piedra de Santa Marina, Cuetu Mazacarabia, pero lo tenían ajustado otros carreteros de Ribadedeva.
Mi padre, Santiago González Gutiérrez, “Taro”, trabajó como carretero varios años con su tío, a la vez que primo, Fernando Gutiérrez González, con el que acarreaba también el primero de sus hijos “Bolio”, Teodoro Gutiérrez Rodríguez, emigrado de joven a México.
Santos Junco Noriega, de Tamés también araba y usaba la pareja de vacas para transportar la hierba y el abono a jornal.

17.-RELIGIOSOS

Eduardo González Mendoza, el “Cura de Camplengu”, era hijo de Juan, El Maestru, que al quedar viudo, volvió a casarse con una hermana de su primera mujer, Felisa, con la que tuvo el resto de hijos: Piedad, mi bisabuela, Anita, Jesús el de la Pereda y Ángel. Estuvo de párroco en la capilla del Cementerio de Camplengu, donde había una casa para el cura y otra para el enterrador, a ambos lados de la entrada principal. También fue confesor de la Marquesa de Argüelles de la casa la Concepción de Llanes.
Manuel Junco Vega, “el cura de Calvu”,  hijo del tío Segundo, hermano de José Rin y Generosa. Fueron varios hermanos: María y Carolina, solteras, atendieron la casa paterna a las que ayudó económicamente D.Manuel; José que se casó con Justa Romano y vivieron en el barrio de Coxiguero antes de marcharse a la casería La Cueva, en las Bajuras de Pimiango; Ramón, casado en Pancar con Clara Galán; Francisco, “Quico”, casado en San Roque; Aurelio que se casó con Carmina, hermana de D. José, el cura de Porrúa; Enrique, que se casó con Laureana Sobrino y Constante, el último de los hermanos. D. Manuel y sus dos hermanas, en distintos períodos de tiempo, criaron a algunos de sus sobrinos mientras eran niños. Los primeros de ellos fueron Luis y Carolina, hijos de su hermano José y Justa; después fue el turno para Tonín hijo de Constante al que D. Manuel educó en un Colegio de Madrid; Lauri, hija de Enrique y Laureana, por el fallecimiento de la madre en el parto y que siempre quedó en la casa con sus tíos atendiéndolos en su vejez. Tanto María como Carolina y D. Manuel ayudaban con generosidad a los vecinos que lo necesitaban. También vivieron en la casa con Carolina y María otras niñas a las que cuidaron con todo esmero.


LA MEMORIA HISTÓRICA

FUSILADOS,  MUERTOS EN EL FRENTE  Y DESAPARECIDOS
Especial lugar reservo en la memoria del pueblo a todos los que padecieron la guerra, ya sean de un bando o de otro, que al fin todos la perdieron y nadie la ganó. En el pueblo de Parres, mi padre contabilizó un mínimo de veintidós vecinos, aunque cabe la posibilidad de que falte alguno por detallar ya que el exilio obligado que algunos padecieron también es consecuencia de la misma. Al fin y al cabo algunos acabaron sus vidas lejos de la tierra que les vio nacer sin poder volver a visitar a sus seres queridos.
        1.- En Parres

TRESIERRA
De la casa Pinaza:
Ramón  Quintana  Mier:
Hijo de Perico Quintana y Consuelo Mier.
Murió en el frente, recién estallada la guerra, en las filas de La República.
De la casa Tía Lola:
Santos  Cerezo  González,  hijo de Damián Cerezo y Dolores González Cué. Muerto en El Escamplero, según se dijo, aunque pudo haber sido en cualesquier de los demás frentes de Oviedo: La Trecha, Monte los Pinos, Picu El Arca, Aguilero, La Tenderina Baja, Las Secadas, El Naranco, El Cristo o San Esteban de las Cruces.

LA VEGUCA
Martín  Fernández  Arenas, hijo del tío Máximo y de Marina. Fue fusilado en la Cárcel El Coto de Gijón.

LA CALEYONA
Juan  Penanes  Galguera, muerto en el frente, con La República, de la quinta del 39.
Ángel  Sobrino, hermano de Clemente, oficial Teniente de la Legión. Murió en el frente con el Batallón “El Coritu”, comandado por Manuel Sánchez Noriega, en el puerto de El Pontón.

VEGA LOS ROMEROS
Lorenzo  Gómez, casado con Modesta, tío de Ricardín, murió por La República en el frente de Asturias. Se había  alistado voluntariamente en el momento de producirse el alzamiento. Su hijo, tercero  de los once que tuvo el matrimonio,
Fernando  Gómez, murió como su padre en las filas de La República.

CALVU
Juan  Gutiérrez  González, hijo de Félix Gutiérrez de la Vega y de Pepa Gutiérrez Cue, muerto en el frente de Bilbao, julio del 37, en las filas de La República.

LA COVAYA
Antonio Sobrino Gutiérrez,  hijo de Antonio Sobrino Arenas y de Isaura Gutiérrez. Fue alistado por sus padres en una bandera de Falange y murió al poco tiempo de marcharse al frente.

SABUGOSA
Pepín  Sobrino  Mier,  hijo de Manuel de Andrés y de Esperanza, muerto en el frente de Asturias, al comienzo de la guerra, en las filas de la República.
Ricardo  Sánchez  Arenas, hijo de Pedro, “Chopa”…..

VALLANU
Ramón  González  Romano, hijo de Joaquín González Cue y Francisca Romano Junco.

EL COLLAU
Ricardo , “Rico”,  vivía con su tía Máxima “La Choga” y era hermano del Pastorín, Ángeles, Francisca, que murió electrocutada en el Cuetu las Cerezales,  y otros más hermanos. Rico se había ido voluntario al frente con La República donde murió.

EL COTAXU
Mariano  Romano  Rozada , hijo del tío Benito y de la tía Salud y casado en la Pereda, con Pilar la de Críspulo, eran padres de seis hijos. Se fue voluntario con el ejército de la República, así como sus hermanos Benito Romano Rozada, y Ramón Romano Rozada. Murieron  los tres  hermanos en el frente de Asturias.
Rogelio  Fernández  González,  hijo de Manuel Fernández y Aurora González Berbes, muerto al cruzar un río en el Frente de Teruel.

DON DIEGO
Manuel  Vidal  Sotres, hijo de Estanislada Sotres González, “Tanis”, hermano de Angelita, Lola y Ángel. Murió con La República.
Juan  Ruisánchez, hijo de Ursino y Pepa, se fue al frente con La República. Se supuso que murió en el frente, pero a sus padres nadie se lo comunicó.
El Vizcaín, casado con Covadonga, “Dongona”, padres de Vicente, estaban de caseros en Rumoru. Murió en el frente con La República.
Juan  Luis  González  González,  murió en la batalla del Ebro con el ejército Nacional. Su hermano Francisco  González  González ,  había sido movilizado por La República, pero fue preso en Deusto y posteriormente alistado para el frente por los Nacionales. Cuando murió su hermano, le dieron permiso para estar en el funeral y ser consuelo de sus padres. De regresó al frente una bomba lo mató.

     2.- En la Pereda

LA VEGA SAN ROQUE
Ángel  Mijares,  hijo de Fernando y Rosa, de la quinta del 35, se fue voluntario con La República y fue muerto en El Pontón con el Batallón “El Coritu”.

EL PRADÓN
Santiago  Junco Hano, fallecido en el frente de Cataluña el treinta y uno de julio de 1938 y
Francisco  Manuel  Junco  Hano, muerto en Santander por herida recibida en el frente, el día seis de agosto de 1938, hijos de Andrés Junco Pérez y Dolores Hano Hano, “Lola”.

EL OLLERU
Manuel  el de Críspulo. Lo vieron por última vez llevando un pico en un Batallón de Trabajadores Y no se supo más de él.

CUETU  LA  CRUZ
Tomás,  hijo de Lobeto muerto en el frente.

CORISCO
Francisco  Blanco de la Vega, Pancho, hijo de Pedro y de Eugenia. Su madre siempre esperaba su regreso y dejaba la puerta sin llave para que pudiese entrar en casa.

LA VEGA QUINTANA
Manolo  Santoveña  Romano, de la Quinta del 39, hijo de Manuel y Águeda. Murió en el frente de Reinosa, con la República.

RIEGA LA ESPINA
Manuel , “El Coruñín”, sirvió en las milicias obligatorias del ejército nacional, una vez terminada la guerra. Los soldados protestaron por la mala comida que les daban. El suboficial pidió que saliera alguien encabezando aquella demanda, pero nadie se atrevió a dar la cara. Le señaló a él y a otros siete más que fueron fusilados como ejemplo y escarmiento para el resto del Batallón.