viernes, 27 de julio de 2007

POZU'L TEJERU


Hace tiempo que tuve la idea de hacer un trabajo simplemente para tener pretexto por el que salir y conocer los lugares más próximos en busca de restos de arqueología industrial de la zona llanisca. Recuerdo que me aventuraba hasta ponerle como título: “Puntos de Interés Etnográfico del Concejo de Llanes”. Este material que se está perdiendo entre las malezas de los distintos pueblos: molinos de agua, caleros, tejeras, minas, herrerías, pisas y un largo etcétera está esperando a ser redescubierto. Realmente no queda gente ya apenas que esté en disposición física de indicarte el sitio exacto.

En este espacio que me cede la dirección de “El Oriente” haré vuestra mi inquietud con el fin de que no quede perdida también en unos Renglones perdidos de mi pésima memoria.
Este término pertenece al conocimiento común de las gentes de Pendueles y Vidiago, ya que está en la Playa de Bretones. Se trata de un pozo de poca profundidad donde los niños se bañan apenas vigilados por sus padres ya que no ofrece aparente peligro. (1) Hace unos veintitrés años que lo conozco y confieso que al principio este término me hizo pensar mucho en el origen del mismo. Allí se pueden ver los restos geológicos de unos plegamientos que poco a poco erosionaron y se observan en una longitud de unos cien metros o quizás más, hasta perderse en la parte más oriental de la playa. Me imaginé que quizás antaño se sacase de aquellas chapas de piedra el material para sustituir a la teja. No me parecía la idea muy buena ya que no se ve su uso en la zona. Por tanto, la explicación al nombre que se le da a este pozo debería ser otra, como ahora explico.
Pasaron unos años y mi afición por buscar en la costa alguna muestra geológica o fósil de interés entre los que abundan allí, me acerqué, aprovechando una marea baja hasta la parte oriental de la playa, donde hay un camino que lleva desde el acantilado a la parte alta donde se instalan las antenas de telefonía. Este camino tiene todas las trazas de haber sido utilizado hace bastante para el transporte con carros. Es un camino empedrado de carrada suficiente aunque el aspecto actual sea el de un sendero peatonal.
Diversos veranos me acerqué hasta el sitio hasta que un día acabé encontrando los restos de una edificación en piedra a hueso, es decir, sin cal ni otro material de unión, salvo es posible que el mismo barro que fuese extraído de las barreras. No cabe duda que esa construcción de apenas dieciséis metros cuadrados fuese la cabaña del tejero que se encargaba de la vigilancia del material y del proceso de secado y cocción del ladrillo y teja. A su derecha, siempre con el mar a la espalda, encontré los restos de la teja. Llegué a pensar que podría ser los mismos restos del tejado de la construcción. Podría ser así, pero existen vestigios de barreras por la ondulada orografía del terreno que hace pensar en el corrimiento de tierras para la actividad tejera. Así mismo abunda el gromo como le llamamos en la zona al tojo, arbusto que una vez cortado y seco se usó antaño, la cádava, para la cocina, y para calcinar la roca en la obtención de la cal. No es el caso éste y en otro momento daré cuenta de varios caleros existentes que en estos lugares encontré.
En una esquina de la construcción que no levanta más de cincuenta centímetros existe una construcción de lo que pudo ser la base del fogón sobre el que descansaría el llar para calentar la comida o simplemente para contrarrestar el frío y la humedad que aporta la mar en las frías noches de invierno. Me queda por encontrar otras construcciones donde se almacenase las tejas para secar o donde esperasen para ser transportadas a su destino.
Creo, no lo puedo aseverar, que estas tejeras de pequeña industria eran destinadas a suministrar a las construcciones que se hacían dentro de la misma zona. El encargado de obra cuando no el mismo propietario de la casa en construcción se encargaba de localizar al tejero de entre los que eran conocidos como tamargos, en las tejeras de León o Castilla, que buena fama tenían del oficio en las Comunidades citadas, los tejeros llaniscos. Corrientemente, el pago de su trabajo se ajustaba por teja elaborada. Además el propietario de la obra debía correr con otros gastos como la construcción previa de los secaderos donde se colocase la teja antes de meterla al horno.



(1)Hace ya unos cuantos veranos, vigilaba a mis hijos que jugaban al lado del pozo. Leía sentado en una roca, pero no quitaba ojo del juego de los niños. La mar estaba un poco fuerte y entraba con fuerza en el pozo. No fue una visión muy clara, creo que fue hasta inconsciente, pero me llamó, afortunadamente, la atención un gorrito de bebé que parecía flotar en las aguas movidas de pozo. Me levanté para ver mejor y eché a correr puesto que debajo de aquel gorrito descubrí la cabecita de una niña, que debió de hundirse en las arenas del lateral del pozo y flotaba sobre las aguas, con ese instinto de supervivencia que dicen tener los bebés en el agua. Pero sin mi intervención estaba a punto de ser arrastrada por la resaca que formaba en la roca que hay al norte del pozo. La cogí en mis brazos para tranquilizarla después de comprobar que no había tragado agua. Todo fue tan rápido que sólo recuerdo a una mujer correr desde el pedrero hacia mí. Me miró a los ojos, aún recuerdo aquella expresión mezcla de extrañeza y gratitud y la forma en que tomó a la niña y se alejó hasta donde tenía su toalla sin decirme nada. Nunca sabré el recuerdo que pueda guardar aquella madre que no fue capaz de decirme ni gracias. Tampoco lo necesité; fue gratificante darme cuenta de la forma que actúa el azar en la vida de las personas. En realidad sólo estaba vigilando a mis hijos. Recordé este suceso, al decir que el pozo no reviste peligro, y si no lo cuento tampoco me hubiese quedado tranquilo.

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