Se conoce con el nombre de “cabañuelas”, al método de pronóstico del tiempo para un determinado lugar en base a la observación y anotación metódica de los fenómenos meteorológicos que se dan a lo largo de un mes determinado del año. Así se viene usando desde los tiempos más remotos y nace del esfuerzo de la humanidad por querer emanciparse de los caprichos de las deidades. El control de las tormentas, las riadas o las grandes nevadas era fundamental para poder llevar a cabo con éxito, la recolección, la caza, el pastoreo y posteriormente la agricultura. Es por tanto, en el mundo rural donde se va a mantener hasta nuestros días este artilugio para vaticinar el tiempo. No obstante lo dicho, también resultaría incorrecto aseverar que sólo sea particularidad del medio rural y no también de la ciudad, dada la movilidad actual de la población de uno a otro espacio, obedeciendo a imperativos laborales, educativos o vacacionales. Desde luego que estuvo el término más adscrito a lo rural por el contacto directo con los fenómenos meteorológicos y por las necesidad de prever el tiempo que hará, antes de iniciar ciertas actividades como la siembra, la siega o la cosecha.
A la mayoría de nuestros lectores puede que le extrañe esta palabra y la aplicación que se le asigna y que a la vez le parezca fútil conocerla siendo más fácil esperar al final de telediario para saber el tiempo que hará durante los siete días siguientes.
Me llega el término por primera vez de boca de una compañera de trabajo nacida en Aviados de La Vecilla, en León. La versión que me dio para la lectura de las “cabañuelas”, es sin duda la que me parece más lógica y acertada cuando la comparo con otras que obtuve a través de la red de redes, añadiendo en su favor el que su anciana madre mantiene aún la costumbre de opinar sobre el tiempo que hará en tal o cual fecha y a fe suya con bastante más acierto que los sofisticados medios de los que hoy disponemos. Es, pues, una tradición oral antiquísima que se pierde en la noche de los tiempos cuando la humanidad, intentaba controlar al medio en el que vivía.
Supone dificultad dar con los orígenes de esta tradición. Parece ser que se tienen referencias de ella en el Zamuc, o “Fiesta de las Suertes”, del calendario babilónico. También para el pueblo hebreo, hay relación con la “Fiesta de los Tabernáculos”. En India se destinaban doce días en la mitad del invierno a vaticinar las próximas condiciones climáticas. En el México de los Aztecas, se adoptaron los conocimientos que sobre la previsión climática tenían los Mayas y de ahí con posterioridad se incorporó y adaptó al calendario cristiano. Para estas dos culturas precolombinas, el año se dividía en 18 meses de veinte días cada uno a los que se añadían otros cinco más. Con los dieciocho primeros días del primer mes se predecían los dieciocho meses consecutivos del año. Con los dos días restantes se llevaban a cabo otros cálculos: el decimonono predecía el solsticio de verano y el vigésimo el solsticio de invierno.
Hoy en día nos ofrecen una información, diríase, institucionalizada, con la llegada de la televisión. Recuerdo que cuando se tuvieron los primeros televisores, generalmente en algunos bares, la gente decía “ir a escuchar El Parte”, para escuchar las noticias, con clara referencia al parte de guerra, o aquello de “ir a ver El Tiempo” en un mapa de España cubierto por doquier de soles, nubes, lluvias, vientos, nieves, rayos y termómetros. Cuántas veces las previsiones para una determinada zona, habrán perjudicado seriamente la afluencia del turismo y lo hayan empujado hacia otras donde posiblemente no hayan podido disfrutar del clima anunciado.
Hay diversidad de signos utilizados para la interpretación meteorológica en el medio rural. Desde las formas de las nubes, el color del cielo sobre la montaña y sobre el mar, la conducta de los seres del entorno: los peces en el río, las hormigas aladas, las abejas, el vuelo y canto de los pájaros, las gallinas en su corral, o el ganado en los pastos y los dos animales domésticos por excelencia, como son el gato y el perro. No es de despreciar ni mucho menos el conocimiento del refranero que aporta la sabiduría enciclopédica popular. La observación no tiene por qué ser sistemática. En el transcurso de la vida, se va adquiriendo esta capacidad. Llega a parecer que el tiempo que hará de inmediato, puede olerse, sentirse por la piel, por la variación luminosa y hasta por el semblante de la gente con la que te tratas.
Encontré en un caso, que las cabañuelas se aplican con el primer mes del año, de forma que lo que ocurra en este mes de agosto fue lo que se dio el día ocho de enero y así para el resto de los primeros doce días de enero. Es conveniente anotar en un cuaderno los datos observados, esencialmente, por ser lo que más nos preocupa, como puede ser el estado del cielo, la dirección y fuerza del viento y la temperatura.
Pasado el día doce, las previsiones se hacen en sentido descendente, es decir:
13 sería diciembre, 14 sería noviembre, 15 sería octubre, 16 sería septiembre, 17 para agosto, 18 para julio, 19 para junio, 20 para mayo, 21 para abril, 22 para marzo, 23 para febrero y 24 para enero.
En los seis días que hay del 25 al 30 se toma nota así: después de pasada la medianoche hasta el mediodía del 25 para el primer mes, del medio día hasta la medianoche siguiente para el segundo mes y así sucesivamente con el resto de los días.
Finalmente se remata la previsión con lo que ocurra el día 31 en sus veinticuatro horas, tomadas de dos en dos a partir del inicio del día con sus 24 horas. Es decir que cada dos horas se asignan a un mes: de las doce a las dos para enero, de dos a cuatro para febrero y así sucesivamente.
Y bien, ya tenemos todos los días y sus horas correspondientes a cada mes del año. Si volvemos a nuestro ejemplo original, que es el mes de agosto, sabemos que sus días son el 8, el 21, la tarde y noche del 29 y desde las 16:00 a la 18:00, del día 31 y debemos ponderar los distintos resultado obtenidos para fijarnos en lo más insistente.
Pero también se hace en otros sitios de forma parecida a como me explicó mi compañera leonesa en el mes de agosto y que trataré de trasmitiros con la mayor claridad.
Por aquellas tierras de León se habla de “los surtimientos” en sentido ascendente y así se expresan que el día primero de agosto surte al mismo mes, agosto. El día dos, surte a septiembre, el tres surte a octubre, el cuatro surte a noviembre el cinco surte a diciembre y así sucesivamente hasta el día doce que surte al mes de julio. ¿No resulta demasiada coincidencia que por ejemplo el día cinco de agosto sea la festividad de la virgen de las Nieves?
A continuación vienen los “desurtimientos”,en sentido descendente, hacia atrás: el día trece desurte a julio, el catorce desurte a junio, el quince desurte a mayo y así sucesivamente hasta que el veinticuatro desurte al mes de agosto.
Anotados debidamente “surtimientos” y “desurtimientos” correspondientes a cada mes, los sopesamos y valoramos para quedarnos con la media de los resultados que anunciarán la meteorología predominante para el próximo año, 2012.
Es cuestión de probar si da resultado y le dedicamos unos minutos al día a esta práctica ancestral mientras nos acercamos un poco más al conocimiento y respeto por la pequeña esfera en la que debiéramos vivir en consonancia todos sus moradores.
Hola veo que le interesa el tema de las cabañuelas, he creado un foro para que participe toda persona que le interese, se llama "El Arte de las Cabañuelas", aquí le dejo el link
ResponderEliminarhttp://meteobruja.foroactivo.com/
Gracias y un saludo!