lunes, 28 de enero de 2013

VICENT VAN SOBERO GARCÍA

Vicente Sobero García es, a todas luces, un artista, adjetivo que se tiene bien merecido por la obra desarrollada a lo largo de su trayectoria pictórica. Es un artista que se fue haciendo a sí mismo desde los primeros años, apenas pasada la pubertad.
Un domingo que había ido con mis amigos a la fiesta de Cue, lo encontramos en la plaza del pueblo. Comenzaban a ocupar el quiosco los músicos. Hablando de cualquier cosa, me imagino que algo relacionado con estudios o trabajo, me contó que en los ratos libres que le quedaba de su tarea en el campo se dedicaba a pintar. Yo, de momento, pensé que se trataría de la pintura de brocha gorda, como suele decirse con carácter despectivo, pero no era esa mi intención, pues pintar con brocha es también un arte. Además, muchos pintores, cuando alcanzan dominio con el pincel y cierto prestigio, vuelven a las raíces del arte rupestre y, en lugar de pinceles, usan brochas y cambian los lienzos de tela por paredes o rocas.
Le seguimos hasta una vieja casa, muy cerca de donde nos encontrábamos. Subimos las viejas escaleras hasta el piso de madera que era todo él una diáfana sala, bien iluminada por los ventanales y una galería. De las paredes colgaban ya los primeros paisajes y figuras devotas, copias de cuadros hechos por los más destacados artistas clásicos que él conseguía de las ilustraciones de viejos almanaques. Qué otra fuente de inspiración mejor podría tener mi amigo en aquellos años, aparte de los libros de la Biblioteca Municipal y la rudimentaria televisión en blanco y negro que se veía ocasionalmente en el bar del pueblo o el Nodo del Cinemar. Fue para mí la primera exposición que visité y quizás el origen de mi gusto posterior por visitarlas.
Aquella primera etapa de copia de estudio fue continuada con la copia del natural, para la que no habrían de faltar numerosas calas de la costa corita, así como hermosos rincones del pueblo, sólidas y antiguas casas de bien labradas piedras y de nobles maderas que aún perduran en los balcones, galerías, portones y aleros. Y otra etapa más donde ensayó la figura en movimiento, la expresión y psicología del retrato tanto de su familia como de vecinos y amigos.
Se echaba en falta un pintor nativo que plasmase en lienzo las hermosas y primeras vistas que debieron impresionar su tierna retina de niño. Le cupo en fortuna al pueblo tener entre sus hijos a Vicente Sobero y a éste, idéntica de haber nacido en él.
Quizás haya habido alguna otra influencia en la primera etapa de Vicente que le inclinase por la pintura. Corría el año 1964 cuando cumplidos los catorce años, termina su escolarización primaria. Al director del Colegio La Arquera, el Hno. Pedro González, profesor en el Aula Comercial, le debió llegar noticia de las inclinaciones pictóricas de Vicente y le manda invitación para que asista a su clase.
De todos es bien conocida la importancia que se le daba a la Caligrafía en dicho colegio y de la fama que con esta disciplina disfrutaba, como con otras áreas del conocimiento que allí se impartían como Francés, Mecanografía y Contabilidad. A los alumnos más destacados en Caligrafía y Rotulación se les encargaba la realización de las orlas y grecas que adornaban diplomas y títulos académicos y eran realizados con plumilla y tiralíneas en tinta china negra y de colores. En esa labor artística anduvo Vicente un tiempo, el poco que le permitía su tarea campesina familiar de la que no podía ni trató nunca de evadirse.
Visité hace unos días su exposición con la idea de encontrarme con él, pero no estaba en aquel momento en la sala. Volví otro día, pregunté por él y me dijeron que ya se acercaba la hora habitual en la que solía venir, momentos antes del cierre.
A pesar de conocerla, recorrí de nuevo toda la exposición que es una pequeña muestra antológica de su inmensa obra y, aunque la mayor parte de los cuadros está sacada de las colecciones particulares, encontré también creaciones recientes que aún exhalan el aroma a pino y a linaza.
Llegó al fin. Hacía tiempo que no coincidíamos, apenas en algunas ocasiones nos habíamos encontrado por la calle, con prisas los dos, seguramente con esas prisas de no saber uno a dónde va ni por qué corre. Había salido en varios medios de comunicación, tanto de prensa como de radio, la referencia a esta exposición en la Casa de Cultura.
Con toda seguridad, y a pesar de que ha expuesto en otros muchos lugares, éste sea para Sobero el más importante. No se me ocurrió preguntarle por ello, pretendiendo adivinarlo por puro ejercicio introspectivo.
Es un buen comunicador y con él no es preciso llevar un cuestionario previo. Está pendiente del visitante, conocido o no, para indagar lo que más le atrae y explicarle cuanto esté dispuesto a saber de la obra en cuestión. Ver el conjunto de la exposición es como pasar las hojas de un manual de historia de Cue y de Llanes. En ella cuenta no sólo parte de su historia personal y artística, sino retazos de la historia de todos. Qué lujo, tener un artista tan a mano.
Yo quise añadir a su historia parte de la mía, en varios puntos entrecruzadas. Aparte del narrado al principio que él aún recuerda, otro segundo de mi etapa como estudiante de Magisterio en Oviedo.
A mí me atrajo siempre la pintura y aunque tenía cierta facilidad para ella, reconozco que no hice los esfuerzos necesarios para conocer a fondo sus técnicas de forma seria. Los pocos fines de semana que me quedaba en Oviedo, aprovechaba para visitar cuantas exposiciones se hacían en las salas Nogal, Juan Gris, Van Gogh y Caja de Ahorros, aparte de alguna otra más que eventualmente se abría al público. Los domingos, me acercaba hasta la Plaza "El Fontán" donde había visto en varias ocasiones algunos artistas tomando apuntes de las balconadas, puestos con sus toldos y tiendas bajo los arcos.
Aquella soleada mañana, estaba a rebosar de gentes que acudían a mercar o a mirar en los puestos de libros de viejo y otros de moneda y sellos que a mí me atraían en especial. Desde una de las entradas, por entre las gentes que hormigueaban, percibí el caballete y cuando me acerqué más, me encontré con la figura del pintor, tal como la había siempre imaginado de los pintores de Montmartre y Pigalle, que comenzaba a dar las primeras pinceladas sobre el terso y blanco lienzo. Me quedé un tanto apartado para no molestar al maestro, pues recordaba una frase que había leído relacionada con la pintura al aire libre y que tanto preocupaban al pintor como es la lluvia, el viento, los niños y los curiosos.
Fue al volverse en la silla para añadir color a la paleta, cuando le reconocí a pesar del atuendo y la perilla que se había dejado.
Hace ya veinte años, acudí a las clases que daba en su estudio de pintor. De entonces aún conservo una acuarela que pintó como muestra y varios dibujos míos a lápiz que me obligó a hacer antes de iniciar las técnicas del color. Hay que aprender antes a dibujar las cosas en su sitio, las perspectivas, la profundidad, los planos junto con la composición, me dijo.
Sus cuadros rezuman la esencia del pasado, narrado con todo lujo de detalles. Los personajes representados, algunos tristemente desaparecidos, parecen hablarnos desde allá. Las maderas coroyadas, las ventanas aguantadas por viejas bisagras que en la realidad seguramente fueron sustituidas ya por otras más modernas, son testigos mudos del pasado, narrado por el artista con una paleta ajustada al color real, a veces, de croma triste que logra crear en la sala una bruma de fuerte nostalgia. En algunos de ellos, se recrea provocando al espectador con los recursos más complicados de su realismo mágico incitándole a tomar el lápiz que parece colgar de un hilo o despegar el papel cebolla y la cinta adhesiva con que cubre algunos elementos del cuadro.

Mi admiración hacia él como artista no es mayor que la que siento hacia su persona por saber de sus orígenes y el arduo camino que tuvo que recorrer para llegar a serlo.

Más datos:
"Entre los doce y los catorce años, periodo en que va a la escuela comienza a pintar de forma autodidacta dejándose aconsejar de los pintores que va conociendo, como Alfonso Iglesias, Manuel Monteserín y otros. En esta etapa adolescente estudia por correspondencia dibujo y pintura y con quince años expone por primera vez en la sala del Casino de Llanes, momento desde el que comienza a recibir los primeros encargos. Marcha a Oviedo para trabajar como dibujante en la empresa MAPRA dedicada a la sergrafía y a la publicidad.
En 1971, un afamado restaurante madrileño le encarga la decoración con pinturas suyas.En la capital, compatibiliza el trabajo con los estudios en la Escuela de Artes y Oficios y posteriormente en la E. Superior de Pintura, Escultura y Grabado, en la que supera el Grado Preparatorio que le permite acceder al ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde tuvo como maestros entre otros a Mariano Moré Cors y Pedro Mozos.
El Ministerio de Defensa le contrata para realizar trabajos de vexilología en el Servicio Histórico Militar, donde pintó originales para restaurar obras del Museo del Ejército.
En 1978 se incorpora a la Galería Heller de Madrid dentro del colectivo "Inventores de la Realidad", junto a personajes del mundo de la pintura tan famosos como Antonio López, Cristóbal Toral, Eduardo Naranjo, Carmen Laffón y Amalia Avia con quienes expone periódicamente en obras colectivas de dicha galería.
En 1980 regresa a Cue desde donde viaja continuamente para exponer sus obras en lugares tanto de España como de Francia e incluso Japón.
En 1981 Caja Duero adquiere algunas de sus obras para su pinacoteca.
En 1993, algunos de sus trabajos resultaron seleccionados para la exposición conocida como "Las Edades del Hombre".
Desde hace cinco años expuso su obra en el taller-estudio del Centro Regional de Artesanía y Artes Plásticas en el pueblo de Poo."

Exposiciones:

1965/69.- En el Salón principal del Ayuntamiento de Llanes.
1979.- Americam Women's Club de Madrid y Sala de exposiciones de la AISS de Llanes.
1980.- Galería Artex de Badajoz y Galería Heller, colectiva de Madrid.
1981.- Sala de Caja de Ahorros de Salamanca (hoy es Caja Diero) en Zamora.
1985.- Sala Tioda de Gijón.
1986.- Galería Nogal de Oviedo.
1987.- Galería Barón de San Carlos en Llanes.
1991.- Medalla "La Gastronomía en la Pintura" de Otur. Sala Iwate en Japón.
1992.- Galería Honcho, "España y Japón, dos realidades del 92'". En Yokohama, exposición patrocinada por la Embajada de España en Tokio.
1993.- Magna exposición "Las Edades del Hombre" en Salamanca.
2003.- Galería de Arte Acinas, Exposición Colectiva sobre la Mar, de Avilés.
2004.- Galería Arte Acinas de Avilés.
2005.- Invitado como organizador de la 1ª Feria Internacional de Arte, en Roquetas de Mar de Almería. Galería de Arte Ansorena de Madrid.
2012.- Ateneo de Cáceres.

Tiene obras en diversas colecciones particulares y pinacotecas por todo el mundo y durante años sus obras permanecieron expuestas en diversas galerías de Asturias, Madrid y otras provincias españolas.

Su trabajo bibliográfico:
Heráldica e Historiales del Ejército, Ministerio de Defensa, Madrid.
Inventores de la Realidad, Galería Heller, Madrid.
Las Edades del Hombre, Junta de Comunidades de Castilla y León.
Libro-Catálogo Colección Caja Duero, Salamanca.
(Apuntes tomados del catálogo hecho por el Ayuntamiento de Llanes para su Exposición antológica en la Casa de Cultura, del 15 de diciembre de 2012 al 29 de enero de 2013.)

El cuadro del fondo es una de las copias a las que me referí, realizada por Vicente con tan sólo dieciséis años.

Nota:
Ramón, querido amigo: Me he quedado muy, muy sorprendido cuando, buscando por internet unas cosas sobre mi trabajo, me encontré con estos "Renglones perdidos"; (yo añadiría como el titulo de uno de los libros de Torcuato Luca de Tena y Álvarez-Ossorio  ...torcidos de Dios", pero es igual; el asunto es que me lo he leído todo, porque además de estar muy bien narradoo, me pones bien (menos mal!..jeje). Me emocionó. Un fuerte abrazo. Vicente.

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